Una de las mayores satisfacciones que me pueden acontecer como seguidor del mundo de la animación japonesa a mis 35 años y después de ver cientos de producciones es que de un día para otro aparezca de manera repentina una obra audiovisual que casi nadie había oído escuchar al respecto y que, gracias al amor del internet, se termina convirtiendo tres décadas posteriores en una de las más memorables películas de animé que he visto en los últimos años.
Y al pensar que hablamos de los años ochenta de seguro uno podría sacar la conclusión automática que voy a hablar de una película de corte cyberpunk, de ciencia ficción o de comedia romántica, que para muchos es la era dorada de esos géneros en el animé, pero la verdad es que jamás habría puesto las manos al fuego por apostar que una de mis películas predilectas actuales de esa era viene directo de un pingüino kawaii… en el contexto más serio, dramático e inspirado en películas Hollywoodenses ganadoras del Oscar posible.
¿Parodia de elementos ya conocidos? tal vez, pero con pingüinos todo queda mejor.
El contexto de cómo llegué a este filme emprende así: hace cinco años atrás me encontraba sumergido en el submundo de grupos gringos de fansub que se estaban dedicando a traducir al inglés películas y series de animé más underground y, muy en especial, perdidas en el tiempo. Actualmente existen varias agrupaciones de fansub de animé que destinan a producciones casi exclusivamente en el concepto del cinearte (como por ejemplo Anonymoose) pero la gran mayoría se dedican a exponer cosas actuales o que no tengan más de dos décadas, en cambio últimamente se ha vuelto mucho más habitual ver grupos fansub que se han tirado el chapuzón a lo extraviado detrás del año 2000. Entre uno de esos grupos se encuentra Orphan Fansub los cuales, como su nombre auspicia, tienen la gracia de sacar a relucir series y películas de animé realmente fuera del radar, desde series moderadamente conocidas en Japón pero que nadie le había dado bola acá hasta incluso cosas que son extremadamente under en su país natal, como por ejemplo series de animé que dieron en la TV japonesa pero jamás salieron en ningún otro medio y que están vivas únicamente gracias al trabajo del bootleg de la época.
Durante ese 2014 alguien tiró el chiste en BakaBT que habían hallado un rip de Laserdisc sobre “una película muy rara sobre unos pingüinos dibujados de manera muy infantil y que es estúpidamente dramática y violenta” llamada Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari, algo digno del cine de culto. De ese descubrimiento hasta el 2018 se generó todo un mito sobre su procedencia: supuestamente en un principio se rumoreaba que el filme era sobre los pingüinos de Konami, esos tiernos pingüinos que aparecen en varios títulos de NES o MSX de los ochenta y noventa desde Antarctic Adventure hasta la franquicia Parodius.
La verdad es que, sin investigar ni nada, por años me lo creí.
O sea… por favor, vean el póster oficial.
Y, de ejemplo, dejo acá el arte de la caja de uno de los juegos de la franquicia.
Cuando me enteré de la existencia de esta película sentí que era una genialidad porque, junto con que amo todo lo que tenga que ver con Konami de esa época, el póster me hacía imaginar que quizás se habían lanzado súbitamente con una película familiar pero con tintes de shock value clásicos del animé ochentero. Incluso por un momento quise verla sin subtítulos pero la calidad de la imagen era tan inferior (Laserdisc grabado posiblemente a VHS y no en SP precisamente) que me incliné a esperar a ver si un fansub hacía la pega y, de paso, encontraban una mejor fuente.
Los años pasaron y confieso que torpemente se me fue por completo la presencia de esta película hasta el 2018, donde me informé que finalmente la habían fantraducido en Orphan a mediados del 2017 y que, si bien la fuente provenía del mismo rip de Laserdisc, al menos ya se podía contemplar de manera más tranquila con una conversión a MKV H264, así que me senté a ver esta curiosidad esperando un producto ocurrente por tal vez intentar ser muy “try hard“, como muchas cosas de animé en los ochenta.
El resultado final fue… wow, definitivamente todo lo que NO esperaba.
Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari llegó a los cines japoneses en 1985 dirigida por Shinji Kimura quien hasta la fecha era más conocido por ser director de arte más que director general pero que, por coincidencias del destino, este 2019 está metiendo ruido por ser el encargado del diseño de la muy bien evaluada Kaijuu no Kodomo, que por ahora solo está en los cines japoneses y que estoy esperando su lanzamiento digital con ansias.
Con solo su primer minuto puesto en escena el filme demuestra sin pudor sus intenciones: es de noche y unos helicópteros aparecen en una toma digna de Apocalypse Now o Platoon, atacando con misiles una selva.
So… finalmente la sorpresa está expuesta, donde podemos observar que los pingüinos que salían en el póster de la película están experimentando en carne propia todas las bondades de la guerra de Vietnam. Obviamente esto es agarrado en formato de parodia con el nombre de la “guerra Delta” para no herir sensibilidades y animado en un estilo de serie infantil.
Lo efectivamente chistoso de esta “sorpresa” es que hasta este instante me estaba comprando por completo que era una película de Pentarou, por motivos más que obvios, solo que en un corte completamente dramático.
Durante estas circunstancias nos introducen al protagonista de la película, Mike, el cual está en medio de la selva junto a su batallón. De formas muy inspiradas en películas bélicas de la época, Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari nos entrega todos los clásicos clichés de producciones del momento: Mike platica con uno de sus amigos pingüino sobre su joven pero desventurada vida, forma conexiones y amistades con sus cercanos y, finalmente, todo se va por la borda de la manera más violenta posible en un ataque final donde Mike observa como empiezan a caer sus compañeros uno por uno.
Toda esta escena, realizada con una animación modesta (con calidad de animé de TV, aunque con uno que otro momento sobresaliente), nos deja con Mike sufriendo todos los trastornos que conllevan esta experiencia, con un evidente síntoma de TEPT. Este problema que nos presenta el filme es tocado, en mi opinión, de una manera cautivante: Mike quiere volver a ser feliz pero incluso estar con su querida hermana y su familia no es suficiente, por lo que en una decisión dolorosa termina abandonando para siempre su pasado y empieza a viajar de pueblo en pueblo para encontrarse a sí mismo. En el proceso Mike sufre variadas humillaciones que son tanteadas no de una manera cómica sino palpable en la falta de ganas de vivir, donde por ejemplo Mike es abatido en un combate de boxeo donde simplemente no puede ejecutar ningún golpe por su depresión. Hasta este punto, Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari pasó de ser para mí de la simple anécdota de “ja, sí, esa película de pingüinos en Vietnam” a convertirse en un drama humano más tangible de lo que preveía, donde la ternura de sus personajes pasan a un segundo plano.
Después de pasar un prolongado tiempo de soledad, Mike termina conociendo a una pingüina de nombre Jill, la que toda mi concentración hasta ese punto se fue al carajo ya que el personaje es presentado con una canción un tanto ridícula pero que, debido a mi apreciación por la música japonesa, reconocí prontamente que está interpretada por nada más y nada menos que la legendaria Seiko Matsuda, probablemente la cantante pop japonesa de mayor éxito de ventas en los años ochenta y la cual admiro su resto. Todo este elemento sumó al hecho que la voz “normal” de Jill está interpretada por la fallecida Hiromi Tsuru, algo que hizo sumar puntos (ñoños, sí, lo acepto) con un personaje que transforma la vida de Mike para mejor, pero no con el típico romanticismo del animé de la época: el proceso de cómo se comunican y relacionan los personajes es lento pero de manera natural y saludable, en una construcción inherente de identidad de los personajes que su absoluta sinceridad me impactó a positivo, mezclado con el uso de conversaciones casuales creíbles (y, entre medio, el gusto por la literatura y la poesía que se exponen en la película y no de manera críptica). El doblaje del filme está realizado de una manera tan sutil, sin querer caer en la caricatura del doblaje japonés que a veces ocurre en este tipo de producciones, que por descontado el staff de la película quiso sacarse de encima que estaban trabajando en un animé.
Durante lo que queda del filme Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari nos exterioriza todo un dramón que, honestamente, no está a la altura de la primera mitad pero que de todas maneras engancha: Jill quiere ser cantante profesional, pero sus sueños quedan entre la espada y la pared por la tormentosa relación con su manager que la desea para algo más que trabajo, además de la negación de su padre de los acontecimientos que rodean a su hija. Obviamente no daré spoilers acá al respecto pero a pesar de todo el guión y las escenas manejadas en la película están elaborada con una sutileza tan atractiva que me mantuvo pegado hasta el final con incertidumbres, con un resultado dramático pero efectivo muy a pesar de caer en clichés de otros filmes de la era.
Al terminar la película mis sentimientos personales se encontraron completamente polarizados: ¿realmente disfruté a Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari porque sus elementos me atraparon legítimamente o solamente caí bajo su exótica primicia que se sale del molde exclusivamente porque está hecha con pingüinos en formato animé?. Un lado de mi cabeza decía “Hayama, viste una película que tomó descaradamente ideas de miles de otras y la mezclaron con pingüinos, no es nada original y solo te embobó por su inusual concepto” y por otro me susurraba “Ya, pero… igual la disfrutaste a full, confíesate“, es por eso que al final la conclusión fue darme cuenta que sí, es cliché, es extravagante a ratos e incluso puede ser burda para algunos… pero el problema es que funcionó. La película me emocionó con sus diálogos y me encariñé plenamente con sus protagonistas y antagonistas, en un efecto que no sentía en un filme de animé en mucho tiempo y a pesar que se nota que el presupuesto no fue elevado (eso o se gastaron todo en traer a Matsuda) hay un cierto derroche de cariño en los fondos y diseños de personaje que atraparon mi corazón, incluyendo el evidente deadpan que tiene como estética que Mike siempre tenga la mirada perdida, como buen diseño kawaii de mascotas de animé.
¡Un momento!, entonces, ¿la película efectivamente era de Pentarou y sus amigos de Konami?, después de semejante experiencia esta interrogante se hizo aún más pesada en mi consciencia y, lleno de dudas, salí corriendo a buscar mis respuestas a Google y, los resultados, fueron más que sorprendentes: resulta que Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari no tiene nada que ver con Konami y que, en realidad, Mike fue durante los ochenta la mascota oficial de Suntory, la afamada compañía cervecera japonesa. Después de indagar en la Wikipedia japonesa (porque la película no tiene entrada en Wikipedia en ningún otro idioma) descubrí que la producción del filme se inició posteriormente del arrasador éxito de un comercial protagonizado por los pingüinos, donde a Seiko Matsuda la habían contratado solamente para cantar en el “jingle” del comercial. En resumidas cuentas, la película lo que realmente quiere relatar es cómo los protagonistas llegaron a ese momento interpretado en el comercial.
El comercial fue tan popular que, además de la película, el tema cantado llamado Sweet Memories terminó siendo un single de Matsuda que incluye imágenes del filme. Actualmente el video en YouTube de la canción (que es un milagro que esté arriba porque las disqueras japonesas siempre bajan este tipo de contenido) tiene casi dos millones y medio de visitas, aunque no podría cuantificar si es por la popularidad del comercial, de la película o sencillamente porque es otro tema más dentro del ridículamente exitoso catálogo musical de Seiko Matsuda.
¿Caso resuelto? la verdad es que… no lo sé: posteriormente algunos sitios como IMDb tienen como “anécdota” que la película sí fue financiada por Konami, pero cabe destacar que IMDb lo puede editar casi cualquiera. Al parecer todo indica que Konami simplemente, en una de sus tantas imitaciones a otras marcas, decidió hacer parodia de Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari sin asco alguno en sus siguientes juegos. Uno de ellos, Yume Penguin Monogatari, tuvo la desfachatez de robarse sin vergüenza al antagonista de la película.
Igual no tengo nada que decir en contra porque amo este juego y su ridículo concepto de adelgazar, el cual como simpática coincidencia también tiene una fantraducción al inglés.
Todo indica que esta confusión no va a terminar nunca, ya que es demasiado fácil caer en ella como me ocurrió a mí. Google está lleno de imágenes y comentarios de gente que tiene en la mente que Mike y Jill son Pentarou y Hanako o Penta y Penko y probablemente lo sigamos viendo a futuro.
Sea como sea, Penguin’s Memory: Shiawase Monogatari se implantó en mi corazoncito con toda la parafernalia del cine japonés que tanto me deleita. Tengo claro que la gente que es más cinéfila va a encontrar fugazmente todas las referencias a otras películas que hace alusión, pero como producto general para mí fue más que satisfactorio y siempre me alegra que este tipo de material sea rescatado del olvido. Encantadísimo la compraría aunque sea en DVD… porque mi bolsillo no está capacitado para coleccionar Laserdisc (aunque me encantaría).
Como bonus e imaginando que probablemente algún lector ya lo sabe porque en internet los memes vuelan, tiempo después alguien se hizo el chistoso y subió un extracto de la película en YouTube con el nombre de “Club Penguin In The Vietnam War (1955-1975 Colorized)“. No lo voy a poner acá porque ya de por sí la miniatura de la vista previa me parece un spoiler de aquellos… pero en fin, nada es sagrado amigos.
kaijuu no kodomo fue la ultima pelicula que fui a ver al cine, esta la conoci por el innobrable que la rankeo en una lista de anime ochentero
Yo la quiero ver pero no la encuentro por internet, o por ahí no la estoy buscando bien. buen post