Un año, un disco de mi vida (2001-2010)

Hey hey hey, lo prometido es deuda así que acá vamos con la segunda parte de la experiencia Un año, un disco de mi vida. Quiero empezar agradeciendo a la gente que leyó mi entrada anterior y dio comentarios positivos en mi cuenta de Twitter, grazie.

La década de los noventa fue la de mi niñez y adolescencia, es obvio que en ese instante mi gusto musical estaba moldeado la primera mitad por los medios masivos y mis familiares, para después emprender una ruta propia más notoria. Ya en esta década donde internet empezó su real masificación es donde la situación se volvió infinitamente más fácil, uno de mis tíos que iba a verlo todas las semanas tenía banda ancha desde el 2000 y bajar música se volvió algo cotidiano. Me hice cagar bajando música entre servidores de FTP, la revolución de Napster, servicios de FServe de IRC y en Audiogalaxy (QEPD). El 2003 llegaron los torrents y los sitios con cientos de discos por descarga directa (increíble que todavía existan Gendou y KH Insider por cierto). Se que parecerá chiste para algunos, pero SoulSeek actualmente está más vivo que nunca y junto con los torrents es lo que ha seguido vivo de esa experiencia, así que agradezco a kamisama por eso todos los días.

Para qué aburrirlos más, acá vamos.

2001: Sopor Aeternus & The Ensemble Of Shadows – Todeswunsch: Sous le Soleil de Saturne (1995)


Jaja, ¿cómo se nota que empecé a complicarme la existencia desde esta década eh?

Estoy intentando hacer memoria de cómo llegué a Sopor Aeternus y aunque no estoy 100% seguro me da la impresión que su música llegó a mi vida gracias a La Conferencia, un foro de animé dedicado a Ranma ½ que participaba en esos años y que he hablado al respecto de esa experiencia… sí señores, de la comedia absurda de Rumiko Takahashi al Darkwave alemán, ¡la magia del internet!

Debido a que el administrador de ese sitio era (y sigue siendo) un apasionado fan del Metal fue muy común tener conversaciones en IRC de música fuera del mainstream, empezando por cosas igual conocidas (y donde mi amor al Power Metal en ese momento estaba en lo alto, cuando pensaba que el género me estaba empezando a aburrir salió Ecliptica de Sonata Arctica y todo se reseteó) hasta a empezar ya a escarbar en la oscuridad, o al menos lo que ante mis ojos de 16 años parecía lo más raro del mundo cuando en realidad no lo era tanto.

La mayoría de las personas que me conocen saben que no soy ni edgy ni darksss ni nada de eso a nivel de personalidad, mi gusto por los sonidos estridentes es 100% arraigado a su velocidad y las sensaciones sonoras que me producen pero nunca ha sido por odiar al mundo ni nada de eso, algo que parece que me salvé en mi adolescencia (debe haber sido que una buena parte de lo que me gustaba en animé era rosado y lleno de colores mientras escuchaba Burzum, je), es por eso que cuando comento que Todeswunsch fue por lejos el disco que más escuché este año la sorpresa es mayor en ciertos grupos de amistades, muy especialmente los que conocen la banda.

Como ya saltamos a algo que no creo que toda la gente que lea este artículo conozca parece que voy a tener que ofrecer una diminuta biografía: Sopor Aeternus es una banda de Darkwave encabezada por Anna-Varney Cantodea la cual, como muchos a finales de los ochenta, entró al rock gótico y sonidos más obscuros de la electrónica que abundaban en ambientes europeos. Lo que empezó como un proyecto muy común y genérico terminó a mediados de los noventa revolucionando la escena con este disco, Todeswunsch, el que mezclaba el Darkwave con la música barroca y estilos medievales al compás de poesía. Este estilo dividió a los fanáticos de esos años que buscaban algo más electrónico o incluso bailable, pero hey… ¿recuerdan mi amor a la fantasía medieval? well, acá estamos otra vez.

El primer tema que escuché de Sopor Aeternus fue Not Dead But Dying y el amor fue instantáneo, porque ya escapaba de la cursilería de los dragones y los hechizeros de Rhapsody o el new age de Era y accedía a la melancolía medieval que en ese entonces imaginaba que realmente fue esa época. Ya no se trataba de luchar, ni de lo épico, ni de la aventura, se trataba de sobrevivir en un ambiente sobrio y lleno de muerte, con dioses paganos y situaciones dignas del Séptimo Sello de Ingmar Bergman (o sea… qué es más gótico que Bergman honestamente).

Lo curioso del caso es que la gran mayoría de los fanáticos de Sopor es gente extremadamente metida en lo gótico, todos muy de negro y con maquillaje encima comentando la prosa poética de las letras desgarradoras de Anna con un póster de Christian Death de fondo. Para mí fue algo que, si bien entendía su “obscuridad” y su contenido siempre Sopor ha rodeado mi vida desde una perspectiva de paz y serenidad ambiental, nada más. No estoy preocupado de lo macabro de su obra sino que realmente me compro que estoy parado en un bosque medieval, en una montaña solitaria, en un pueblo europeo. En ese sentido soy un enorme agradecido de Anna y los que han colaborado con ella, porque me mostró un estilo irrepetible que honestamente nadie ha repetido con la misma calidad en el mundo del Darkwave.

El disco es un clásico, para muchos insuperable en el catálogo de Sopor. Shadowsphere es un tema perfecto para una partida de Dungeons & Dragons y Somnabulist’s Secret Bardo-Life siempre me ha dejado en un trance particular. El disco de principio a fin es un viaje bello que lo vuelve mi álbum favorito, muy a pesar que mi canción favorita de Sopor Aeternus siempre será Daffodils de la segunda parte de Dead Lovers’ Sarabande. Sí, Sopor es una banda repetitiva, muy repetitiva pero eso está hecho a propósito, como un trance, que es lo que yo pienso que es la música en su denominador más básico y no tengo ningún problema con eso, no por nada también me gusta la música de videojuegos retro.

Actualmente Sopor es… eeeh… siento que Anna se ha dedicado los últimos 15 años a ser una show woman para entretener niños/as góticos de 16 años con su estilo spooooooky y su moda estrafalaria que me ha alejado de su obra porque ya no me llega, a pesar que creo que intentó volver a sus raíces en su último disco. Como curiosidad, Sopor tiene una fanaticada muy bullada en latinoamérica, de hecho casi todos los videos que hay de Sopor en YouTube tienen comentarios en español.

La portada de este álbum es el cuadro La Muerte de la Virgen de Michelangelo Merisi da Caravaggio y me es espectacular, siento que la imagen reproduce toda la sobriedad y desesperación que quiere comunicar el álbum con una inevitable estética de disco gótico pero que funciona y no cae en lo infantil. Posteriormente Sopor reeditó el disco con una portada nueva que la encuentro horrible y por eso nunca he querido comprar el disco original, ya que adquirir la primera edición con la portada de Caravaggio actualmente podría llegar a costar hasta 150 dólares… por un CD de música no gracias.

Mención honrosa:

Björk – Homogenic (1997)

Tengo una relación muy boomer con Björk: soy de esas personas que encuentra que su trabajo en los noventa es el mejor por un largo margen. Sí, lo sé, me pueden tirar todos los tomates que quieran pero lo he intentado mil veces y es… piola, pero rara vez vuelvo a su material post-2000. En mis primeros años de adolescencia mi tema favorito de ella era uno poco convencional, la chiflada I Miss You, recordado por su videoclip animado por el actualmente funadísimo John Kricfalusi donde Björk se hace recagar la voz de buena manera y me encanta hasta el día de hoy mientras el resto de mis amigos se pasaban o los rollos alternativos truly mamuli con Army of Me o la felicidad de It’s Oh So Quiet, sin lugar a dudas su tema más accessible y que la estigmatizó en esa imagen cutie de la música alternativa que ella odiaba, generando desentendidos sobre lo que ella quería expresar. Ese año fue cuando escuché por primera vez de principio a fin el Homogenic y hasta la fecha sigue siendo su disco favorito en mi vida, especialmente porque tiene Bachelorette y la increíble Jóga que su video todavía me cautiva, a pesar que la versión original extendida es el camino correcto. Muy buenos recuerdos de este disco.


2002: King Crimson – In The Court of the Crimson King (1969)


¿Tarde a la fiesta? Yep, tarde a la fiesta, pero más vale tarde que nunca.

Hubo una época de mi vida, entre los años 1995 al 2003, que escuchaba sagradamente Radio Futuro al menos una noche a la semana. La magia de la radio mencionada es que pasada la medianoche ya se terminan los programas y hasta las 8 de la mañana tiraban sin parar lo mejor del catálogo que tenían a disposición, lo que fuera mientras estuviera enfrascado en la escena del rock. Es cierto que repetían muuuuchas canciones y a ratos era un poco molesto… ¿cuántas veces escuché The Martian Boogie de Brownsville Station o Love is like Oxygen de Sweet debido a esto? no exageraría en decir que cientos de veces en ese período de años.

Lo bonito de esas repeticiones es que otro infaltable del catálogo de Futuro en la noche era The Court of the Crimson King de King Crimson (por cierto… woah, al fin King Crimson oficialmente en YouTube, ya estaba bueno), un tema que tenía toda la estética de epopeya medieval fantástica que ya supongo todos tienen más que claro mi preferencia al respecto en esos años. Esta elección es, dentro del catálogo de la banda, uno particularmente inusual de escuchar en radios incluso en Estados Unidos ya que la preferencia siempre ha estado en 21st Century Schizoid Man, que no los culpo porque es un temazo que no puede estar más adelantado a su época. Otra de las maravillas de Futuro es que la radio pone los temas en sus versiones completas, sin cortes, algo que he leído es una de las pocas en el mundo que se dan ese lujo (aunque no sé si sea 100% cierto).

Por muchísimos años estos dos temas era todo lo que conocía de King Crimson, nada más. Un día un amigo me dijo que eso no podía seguir siendo tolerado y procedió a subir el disco en MP3, algo que de seguro Robert Fripp va a estar muy contento cuando se entere.

¿El resultado? mi disco de rock progresivo favorito de todos los tiempos. Actualmente tengo una relación de amor/odio con el prog, donde pensaba en esos años que ahí se concentraba la creatividad artística y la originalidad cuando con los años empecé a darme cuenta que era un género elitista que estuvo lleno de excesos y que el nacimiento del Punk se dio con justa razón por la molestia de estas artificiales pretensiones. Igual todavía me gustan muchos discos, no me interesa entrar en peleas en donde no gano nada, pero mi cariño al género no es tan grande como hace 15 años atrás. Sea como sea In The Court of the Crimson King ha sobrevivido con el tiempo no solamente como un gigante del género sino como fácilmente uno de mis 10 discos favoritos de mi vida, porque aprendí mucho con él leyendo más de la banda donde los caminos de esas lecturas me llevaron a otros artistas y otras expresiones musicales que lo valieron totalmente. Probablemente mi tema favorito del disco junto con 21st Century Schizoid Man sea Epìtaph que aunque sea melodramática para el gusto de algunos el tema siempre me choca duro, especialmente los últimos dos minutos. Red, el disco de 1974, también es uno esencial en mi vida. Viví la fortuna de escuchar In The Court of the Crimson King completo en vinilo sentado tranquilamente en Corea del Sur el 2017 y creo que es algo que jamás olvidaré.

Mención honrosa:

Akinetón Retard – Akinetón Retard (1999)

Mi mayor goce de este disco ese año no fue por el hecho de simplemente disfrutar su música, sino de preguntarme con sorpresa mientras escuché por primera vez el álbum “¿esto realmente existe en Chile?”. En mis años de mayor interés por el rock progresivo uno de mis amigos intentó introducirme al mundo de Magma, la mítica banda francesa que creó el género del Zeuhl. Pensaba que, descontando un par de bandas japonesas, nunca nadie se atrevería en nuestro país a hacer algo de estas características por lo complejo del acto… y estaba totalmente equivocado. El disco entero es una volada de principio a fin que me acompañó por muchos años de mi vida en mi playlist de Winamp y que de verdad a ratos está al nivel de John Zorn, que irónicamente vine a conocer después. Posteriormente la banda entró incluso a terrenos de salsa y sonidos latinoamericanos que a mí me parece genial. Todavía me debo verlos en vivo.


2003: Philip Glass – Glassworks (1982)


Me da rabia no poder explayarme con mis recuerdos de la época en esta oportunidad porque, sinceramente, no recuerdo cómo llegué a Philip Glass pero sí recuerdo que fue ese año, más que nada porque leía comparaciones de su obra con algunos soundtracks de videojuegos, pero el recuerdo está dentro de una molesta nebulosa.

Desde pequeño que la música clásica e instrumental ha estado presente en mi vida, algo que supongo ha quedado a la vista de todos y no por nada la música de videojuegos o de animé también tienen un valor muy importante en mis gustos personales. Cuando quise entrar al mundo de Glass la recomendación automática fue Glassworks, que aunque para algunos no sea el “mejor” trabajo sí es probablemente el más exitoso a nivel comercial. Me sentí relajado cuando me “advertían” que mucha gente detestaba la música de Glass por su estilo minimalista, simple y repetitivo… hey, acabo de hablar de Sopor Aeternus, estaba más que preparado.

Glassworks fue una pieza fundamental para escuchar más música instrumental moderna y es un clásico para cualquiera que quiera introducirse a la música minimalista. No sé si sea necesario dar una gran introducción, pero Glass es el rey indiscutido de los pianos suaves que han aparecido en algunas películas como Las Horas. Más consagrado no puede estar y con justa razón, muy a pesar de tener toda esta gama de detractores que gritan al cielo que por poco Glass arruinó para siempre la música clásica y blablablá.

El tema más popular del disco es por lejos la introducción que he llegado a oírlo incluso en comerciales, sin embargo la canción que hizo amar a Glass y todo el trabajo en este álbum fue Floe, melodía que empieza con una belleza apacible y se dispara rápidamente en una de las canciones más frenéticas que he escuchado en lo sonoro dentro del género. A pesar que mucha gente compara la obra de Glassworks con lo que suena en películas como Interstellar lo que siempre he creído es que el viaje sonoro del disco es más bien orgánico, de hecho soy un completo creyente que Floe es la inspiración principal del templo del bosque en Ocarina of Time, mi canción favorita del juego y probablemente en mi Top 5 de canciones de Koji Kondo. Lo etéreo de este álbum para mí es fascinante y me hizo soñar por muchos años. Gracias Phil.

Mención honrosa:

Cynic – Focus (1993)

A pesar que me presentaron el disco tres años antes en ese momento no le di mucha importancia, pero de un día para otro y por insistencia de un amigo (el mismo de Magma) terminé en esta perla del metal extremo, pero marcando una gigante diferencia que fue mezclar la violencia sonora y gutural del death metal y … el jazz fusion. El resultado es fascinante, de hecho la primera vez que escuché Veil of Maya solo atiné a disfrutar y a reírme a la vez, porque no podía procesar lo que estaba escuchando. Cuando Focus salió en 1993 el disco fue duramente criticado por la comunidad metalera porque son y siempre han sido unas mierdas, pero con el paso de los años la gente empezó a apreciar lo que hicieron y ahora es un súper clásico incluso para los más cerrados de mente. Textures me voló la cabeza y es un tema que todavía puedo regresar sin dramas. Y bueno, sí, en algún momento pasé por esa etapa que escuché mucho metal progresivo y esas locuras pero la verdad no me duró mucho (por muchos años me encantaba Dream Theater y ahora no los puedo tocar ni con un palo, perdón).


2004: Varios Artistas – Katamari Fortissimo Damacy (2004)


2004 fue un año crucial para mi gusto musical porque, tal vez, fue el primer año donde empecé a cuestionar mi pasión por el Metal. Fue una acumulación de situaciones, todas respaldadas porque la música que escuché ese año fue más alegre que nunca y eso tuvo repercusiones en mi vida por muchos lados, todas para mejor.

Y el máximo responsable de ese cambio fue Katamari Damashi, el espectacular juego de Keita Takahashi desarrollado por Namco y que es, fácil, mi juego favorito de PlayStation 2. No me malentiendan: siempre he amado lo kawaii y la felicidad, escuchaba Cynic y Satyricon mientras por otro lado desataba mi ingenuidad rosada con Morning Musume y el soundtrack de Sailor Moon, la dualidad del hombre dirán por ahí, sin embargo Katamari tuvo un antes y un después en mi vida, es por lejos uno de los juegos más influentes que han pasado por mi persona pero no tanto por el sistema de juego sino por todo lo que significa el conjunto.

Katamari era un juego con espíritu Indie antes que fuera cool serlo en occidente, pero su felicidad radica en lo estético por todos lados, incluyendo su espectacular banda sonora que cayó un tiempo después en el disco Katamari Fortissimo Damacy, una de las mejores experiencias que he tenido con música de videojuegos hasta la fecha.

Hablar de este disco me parece un poco innecesario, es un súper clásico tanto como el juego, pero por si acaso alguien no lo vivió la montaña rusa de emociones que trae es imparable: desde la inocentemente rapeada The Moon and the Prince hasta la bellísima Que Sera Sera, una de las canciones de amor más emocionantes que han salido desde un videojuego e interpretada por el capo de Lupin III, don Charlie Kosei. Es difícil elegir un tema favorito, de verdad que sí, sin embargo la canción que genera más emociones encontradas a la hora de escucharla detenidamente es Lonely Rolling Star con una melodía feliz acompañada a la vez de una letra absolutamente melancólica (si alguien no se había dado cuenta los invito a pasarlo mal).

Los soundtrack que han salido en los siguientes juegos de Katamari son buenos, pero creo que ninguno ha llegado al nivel de calidad y emocional que el primero. De hecho, sin ir más lejos, a pesar que respeto mucho a Takahashi siento que su trabajo nunca ha vuelto a los niveles de este juego, muy a pesar que su creatividad en los proyectos que ha seguido desarrollando es innegable. Gracias por tanto.

Mención honrosa:

Samurai Champloo Music Record: Departure (2004)

Hubo un momento en mi vida, ahí entre el final de los noventa y principio de los 2000, que abandoné el barco del hip hop. Todo lo nuevo que salía me cargaba y no mucho después el género pasó por la era del bling bling, que es para mí lo peor que les pudo haber ocurrido tanto en lo creativo como en lo estético (sí, peor que el Cloud, el Mumble o el Trap y todo eso, sin pensarlo). Por años estuve fuera no solo de lo mainstream sino también de lo under, algo que hizo por años perder muchas joyas que ahora lamento no haber vacilado en su momento. Al igual que con Cowboy Bebop, este compadre de Shinichiro Watanabe la volvió a hacer en mi vida y salvó mi amor al hip hop con la banda sonora de la genial Samurai Champloo, que introdujo a mi existencia una de las personas que más agradezco hayan pasado por mi gusto musical, Nujabes. ¿Battlecry? icónica (grande Shing02), ¿Aruarian Dance? a estas alturas un greatest hits de YouTube, ¿Mystline? soñadora. Podría continuar todo el día con todo el resto del repertorio de Nujabes y sus amigos… y de hecho lo haré más abajo.


2005: Daniel Johnston – 1990 (1990)


Qué difícil es hablar de Daniel sin emocionarme, su fallecimiento el 2019 fue el que más me dolió de las muertes de famosos de ese año y todavía me genera preguntas que hubiera deseado haber conversado al respecto con él.

Daniel está lejos de la música popular, de hecho Daniel es una de las caras más visibles del género del outsider music, ese mundo de artistas que no tienen absolutamente ninguna posibilidad de ser aceptados por el gusto común pero que en su inocencia o carisma se encuentran invaluables canciones que abrieron nuevos conceptos de qué podía entregar la música a mi vida, incluso por sobre géneros progresivos o profesionales.

Llegué a la música outsider gracias a Wesley Willis, quien tenía notorios problemas mentales y que a la vez desplegó una cantidad inusitada de discos, todos recordados por tener la misma estructura pero con letras cambiadas. Casi todos los temas son ofensivos y chistosos, donde Rock and Roll McDonalds se volvió popular cuando salió en el famoso documental Super Size Me de Morgan Spurlock. Willis falleció el 2003 y no me lo esperaba en su momento, fue algo que me golpeó de manera inesperada y empecé a apreciar su música fuera de las risas y la tontera que provocaba a mí y mis amigos que conocíamos su música.

Pero Daniel es un artista totalmente diferente a Willis, porque su mayor magia es la pureza, su simpleza de melodías y letras que uno podría pensar que vienen directo de un niño de 5 años pero que están hechas por un adulto. Daniel, al igual que Willis, tenía problemas mentales que empezaron a ser más y más notorios con el paso de los años, cayendo también en temas religiosos que honestamente me apena recordar. 1990 es el álbum que iba a demostrar que Daniel Johnston podía crear una obra profesional después de años sacando cassettes de manera independiente, hechos de la manera más precaria y lo-fi que puedan imaginar.

Daniel tiene el honor en mi vida de ser el cantautor de la canción más depresiva que he escuchado en mi vida y la canción de amor más bella que he escuchado en mi vida donde esta última, True Love Will Find You In The End, es la canción que más me hace cagar emocionalmente en todos estos años. No tengo vergüenza en decir que primera vez que la escuché lloré, me agarró en un momento más o menos desagradable de mi vida y no hay tema relacionado al amor que esté si quiera cerca de hacerme sentir lo que siento con este clásico. Daniel interpretó una versión en vivo que me llega de la misma manera, especialmente por la reacción del público. Unos años después Daniel se volvería famoso por el amor expresado de Kurt Cobain al artista.

Daniel siempre me llega y los otros temas de 1990 no se quedan atrás, especialmente Some Things Last A Long Time. Lo único que deseo es que el verdadero amor haya llegado al final Daniel, descansa en paz.

Mención honrosa:

YMCK – Family Music (2005)

Esto puede parecer algo banal o superficial en mi vida musical, pero YMCK fue para mí tan igual como lo que ocurrió con Minibosses, el momento de darme cuenta que la música de videojuegos retro estaba recibiendo el reconocimiento de esa generación de personas que crecimos con ello y ahora éramos adultos. YMCK es uno de los primeros discos que no estaba basado en ningún juego pero intentaba replicar el sonido del Famicom/NES con melodías originales y voces, algo que ahora es común pero en ese momento era totalmente nuevo o al menos a este nivel de popularidad. La suave voz de Midori Kurihara y el sonido chiptune en tonalidad jazzera que trae el disco fue revolucionario y aunque sea tal vez demasiado “kawaii” o hasta por momentos denpa el resultado siempre me alegra el día. Obvio que estaba emocionado, soy un guatón culiao ñoño, era una celebración a mi identidad. Magical 8bit Tour es el tema más popular del disco pero POW * POW y el cover de Socopogogo son mis temas favoritos… oh, que no se me olvide que incluso hay un tributo a John Coltrane.


2006: Vince Guaraldi Trio – A Boy Named Charlie Brown (1964)


Siempre, desde muy pequeño, amé las aventuras de Peanuts (o Charlie Brown o como quieran decirle… excepto Snoopy a secas please, se los agradecería de corazón) y no quiero tirar la depresión clásica que percibimos todos los que nos sentimos identificados mental y espiritualmente con Carlitos Café acá, solo quiero decir que los años pasan y pasan y mi amor a la obra de Charles M. Schulz crece de manera inconmensurable.

Uno de los mayores encantos de los cortos animados de Peanuts es su música, creada por el talentoso y tristemente fallecido muy antes de tiempo Vince Guaraldi. Sugerida por el propio Schulz quien era seguidor del jazz, el trabajo realizado por este compositor en la serie tiene un legado gigante, de hecho soy un creyente que Guaraldi jamás comprendió que le estaba abriendo las puertas del jazz a varias generaciones de niños que incluso algunos de ellos terminarían aprendiendo a tocar un instrumento gracias a su obra. A ojos 2021 los cortos de Peanuts son inofensivos, pero en los sesenta fueron todo un experimento donde muchos de los involucrados pensaban que iba a ser un fracaso comercial absoluto porque son demasiado “reflexivos” y “lentos” en una era en que reinaba Hanna-Barbera en la televisión. Afortunadamente todos estaban equivocados y los cortos fueron un éxito, donde uno de los elementos más alabados de ellos es la música.

No titubeo al decir que el trabajo de Guaraldi es tan importante como varios compositores gigantes del animé o las obras de Disney, pero eso era algo que hasta ese punto admiraba solo desde lejos. Ese año reeditaron el disco y al escuchar tranquilamente de principio a fin su contenido llegué a emocionarme tanto como lo viví con Daniel Johnston, no lo digo en broma.

Se que para la mayoría el trabajo de Guaraldi se resume en Lucy and Linus y está bien, el tema es maravilloso y fue el motivo de por qué lo contrataron para hacer la música, pero todo el disco es una hermosura: desde lo cotidiano de la vida en el mundo de Peanuts con Oh, Good Grief hasta la vanguardia de Blue Charlie Brown, una canción que me parece infravalorada dentro de la banda sonora.

Sin embargo la joya, el tema que se lleva todas mis emociones y que vuelvo a ella casi todas las semanas de mi vida es Happiness Is y que ahora tiene un gusto nuevo desde que vi el cancelado pero afortunadamente disponible en la actualidad documental original de Peanuts A Boy Named Charlie Brown donde nacieron estas canciones. Hay una parte específica del documental donde muestran dibujos de Schulz y otros hechos por niños donde querían describir “qué es la felicidad”, lo que generó esta canción. La primera vez que vi esta parte, especialmente la parte de los niños y la del braile, lloré, lloré como un niño. No puedo explicar con la exactitud que deseo el por qué, es una escena muy X, sin embargo creo que para mí representa la inocencia perdida de mi infancia y de décadas donde las cosas eran mucho más simples y ya no van a volver nunca más. Happiness Is es mi máquina del tiempo a mis bellos recuerdos de infancia, por eso siempre estaré agradecido de lo que hizo Guaraldi con ello.

Mención honrosa:

POLYSICS – Now Is the Time! (2005)

Como la gran mayoría de la gente de esa época llegué a la excentricidad de POLYSICS gracias al inolvidable video de I My Me Mine el cual pondría las manos al fuego en decir que incluso fue uno de los primeros “virales” de YouTube que provenían de Japón pero que se volvió popular en todo el mundo. Recuerdo perfectamente que el link original del video que fue borrado hace años tenía muchísimas visitas para ese tiempo. La mayor gracia de POLYSICS es que estaba reviviendo en el siglo XXI la magia sonora industrial e irónica de una de las bandas que más respecto y admiración tengo, Devo. Lo realmente alucinante fue descubrir el resto del álbum, que lleva al extremo el estilo con canciones como Ah-Yeah!!. Actualmente la banda no me atrae ni el cuarto de lo que hacía en el pasado, pero de vez en cuando reviso en qué están por los viejos tiempos.


2007: Varios Artistas – Hydeout Productions 2nd Collection (2007)


Los años 2007 al 2009 son los años que defino como “el arco del comeback del hip hop” en mi vida después de rechazar el género por mucho tiempo. Como comenté atrás, Nujabes revivió mi interés al hip hop después de años de evadirlo, donde los Beastie Boys eran la única banda que escuchaba al respecto. Estuve súper perdido por un largo período, de hecho cuando me preguntaban si me gustaba el hip hop en ese tiempo cortaba por lo sano y respondía que no muy a pesar que sabía que no era cierto, no por querer demostrar algo sino porque no iba a perder mi tiempo hablando de la música de Lil Wayne o cosas así que era lo que estaba de moda en la época. Sí, tengo claro que ya lo “atrapado en el tiempo” se estaba presentando en mi vida y para muchos de mis amigos el hip hop había muerto el 97 o algo así, pero igual me daba lata todo ese estancamiento.

El trabajo de Nujabes en Samurai Champloo fue genial, pero no fue lo suficiente para empezar a indagar de lo que me estaba perdiendo. Pensaba tontamente que Nujabes era una gigantesca excepción a la regla, algo que probablemente “solo podría pasar en Japón” porque para los gringos el hip hop es rudeza hardcore gangsta rap y nadie iba a perder su tiempo con ese estilo en occidente. Estaba enormemente equivocado, el precio de eso fue llegar tarde a la fiesta con un gran número de MC y productores que ahora son mis favoritos del género y que hace años ya habían hecho sus obras cúlmine.

Si te das una vuelta por internet descontando el trabajo en Samurai Champloo la mayoría opina que el mejor disco de Nujabes es Metaphorical Music y probablemente eso sea real, porque es -su- disco, su trabajo solo a diferencia de otras personas de gran talento que también trabajaron en Champloo como Fat Jon. Sin embargo el disco que realmente confirmó mi pasión por Nujabes no fue realmente un proyecto de él sino un compilado de su equipo Hydeout Productions, la segunda colección.

Este es mi proyecto favorito que Nujabes ha estado involucrado porque me demostró su variedad de estilos y la gente que estaba trabajando con él, incluyendo gente norteamericana que me dio esperanzas en el género. El álbum pasa por el swag muy sotisficado de Sky is Falling con el legendario CL Smooth de MC, la extremadamente popular Counting Stars usando de manera inteligente un sample de nada menos que José Feliciano o el posse cut en fuego de Fly by Night.

De este disco es donde sale probablemente mi tema favorito de Nujabes, Imaginary Folklore, una nueva versión de un tema original de Clammbon que es una de las canciones más melancólicas que ha producido, con una letra creativa pero muy deprimente. Recuerdo que una vez le mostré esta canción a una amiga japonesa y me dijo que le sorprendería que “guardara la compostura escuchando de manera casual una canción así”. Una cristalina joya de Nujabes que recuperó por completo mi interés por el hip hop y que haría descubrir, para mí sorpresa y mi total ignorancia, que todo estaba pasando en Estados Unidos con la misma onda en artistas como J Dilla.

Como muchos saben, Nujabes falleció hace ya casi 11 años atrás en un accidente automovilístico y el dolor sigue patente en mi vida, porque es otro de esos artistas que cambiaron completamente mi perspectiva de un género musical que yo estúpidamente pensaba que estaba en la caca y ya no tenía salvación. Ahora es de mis favoritos, ya no puedo vivir sin hip hop, así de simple.

Mención honrosa:

Vashti Bunyan – Just Another Diamond Day (1970)

Me encantaría dar más detalle de cómo llegué a Vashti ese año pero la verdad no lo recuerdo, sin embargo sí puedo decir que su trabajo sanó mi alma en muchos sentidos. Gracias a Vashti, quien su trabajo original de 1970 había sido recuperado con una reedición hace no mucho tiempo atrás después de décadas de absoluta obscuridad, conocí el folk psicodélico y me abrió las puertas a artistas tan variados como Linda Perhacs o Eddie Marcon. Just Another Diamond Day, el tema que le da nombre al disco, es una de las canciones más bellas que me han acompañado. Menos mal que puedo escuchar esto y no que esté oculto para siempre, porque podría haber ocurrido. Rainbow River tiene uno de los usos de flauta más hermosos que puedo recordar. Este fue un gusto que no compartí con nadie por muchos años porque sabía que todos lo iban a encontrar “aburrido”, menos mal eso cambió con el tiempo.


2008: Madvillain – Madvillainy (2004)


De todos los artistas que he hablado y hablaré durante este repaso es por lejos esta persona la que más me duele hablar, porque su fallecimiento que fue en octubre del año pasado pero que recién el mundo se enteró en diciembre, a horas del año nuevo, me destruyó cualquier intento de celebración esa noche. Si Nujabes revivió mi amor al hip hop fue MF DOOM el que pavimentó por completo el camino a volver a escuchar nuevos artistas o gente que había ignorado por años. Fue DOOM el que me hizo volver a recordar todo el amor que tuve por el género en mi niñez y algo de mi adolescencia y que sus letras y obra me abrió los ojos a darme cuenta de todo el talento que uno realmente necesita para ser un genio del rap, porque creo que no hay nadie mejor que él (o, tal vez, solo taaaal vez, Rakimcómo mierda pudiste hacer esto en 1987 no lo entiendo).

Llegué a DOOM al empezar a investigar sobre qué me había perdido y las dos recomendaciones esenciales eran Madvillainy y MM..FOOD, dos discos que cualquier cosa que diga sobre ellos no les hará justicia. Madvillain, que es el proyecto realizado por DOOM junto al trabajo de sampling por el increíble Madlib era todo lo que yo soñaba sobre el hip hop y que pensaba erróneamente que no existía: letras poco ortodoxas pero de una lírica poética irrepetible y el trabajo musical digno de todo lo que había escuchado con Nujabes y amigos, pero ahora en total paranoia.

Apenas Accordion empieza a sonar en el álbum que entendí que esto no iba a ser normal, que iba a ser la aventura a un mundo del hip hop lleno de texturas y sentimientos. El disco, recordado por tener canciones de corta duración pero directas y al hueso con sus mensajes, pasa por el jazz brasileño de Raid hasta la sutil dureza de Figaro. Si esto pareciera exagerado les digo sin dramas que Rhimestone Cowboy es mi canción de cierre de un álbum favorito de todos los tiempos después de A Day in the Life de The Beatles. El álbum completo de principio a fin es una joya que no tiene ningún relleno y que hasta el día de hoy es alabado por ser un descubrimiento vital para la revitalización underground en Estados Unidos. El propio Earl Sweatshirt, parte de la nueva generación del hip hop durante la década de los 2010s, dijo que Madvillainy era el equivalente para su generación a lo que fue el Enter the Wu-Tang (36 Chambers). Si él lo dice yo solo digo “yessss“.

Actualmente MM..FOOD está casi al mismo nivel de cariño que le tengo a Madvillainy (One Beer es una clase magistral de rap) pero sin él nunca le hubiera dado la oportunidad, así que este paso siempre será el más importante. Tengo todavía mucha pena por DOOM, especialmente justo ahora que chistosamente empezó a ser conocido en una nueva generación de fans del género por ser… pues un meme (lo digo en serio). Todavía no lo proceso bien, así que prefiero hacer como que no ha pasado nada.

Mención honrosa:

Midori – Aratamemashite, Hajimemashite, Midori desu (2008)

Es llamativo pensar en el hecho que el noise ha estado presente hace décadas atrás en la música, especialmente en Japón, pero aún así este clasicazo de Midori me recuerda cómo fue la puerta de entrada al género para tanta, tanta gente. Este es un disco que a ojos de muchos podría parecer obscuro, pero el legado que dejó a muchos es tan gigante que creo que es una de las obras fundamentales de la música japonesa de esta década específica. Hay gente que va a decir que le estoy dando mucho color, precisamente porque el noise y la mezcla con el jazz y el punk ha existido desde tiempos prehistóricos, pero la apertura que tuvo especialmente a occidente a un grupo no menor de personas es innegable. La mayor magia detrás de Midori es la mezcla de todos estos sonidos con la tierna y angelical voz de Mariko Goto que de un momento a otro explota en lo gutural y violento y que, sí, otra vez, no es nuevo, pero el tema que inicia el disco es de una destrucción imborrable para cualquiera que lo haya vivido en la época. Mi disco favorito de Midori es Shinsekai, pero salud por los buenos tiempos y especialmente gracias por la ternura Mariko-chan.


2009: DJ Shadow – Endtroducing (1996)


Y finalmente llegamos al cierre del arco de la salvación del hip hop en mi vida, el momento en que me di cuenta que era de mis géneros favoritos y, de paso, que definitivamente el Metal empezó a ser parte del pasado.

Si pasé por el descubrimiento de lo que estaba aconteciendo en la actualidad gracias a Nujabes y ver que hace unos años atrás MF DOOM se había coronado como el rey indiscutido de esa década ahora fue el momento de descubrir ese lado noventero que no había conocido más que nada por mi edad y por mi preferencia a otros géneros. Además de Nujabes don Madlib me había enseñado que el sampling era una buena parte de mi encanto por el hip hop, es por eso que quise revisar quiénes habían sido los pioneros del tema.

Y ahí es donde llegué a DJ Shadow, que si bien no es -el- primero sí es pionero en tener un disco solamente dirigido a lo instrumental y lleno de samples por todos lados que tuvo un gran éxito comercial en el mundo. El disco es un gigante del hip hop instrumental, la verdad hablar de lo histórico acá sería hacerles perder el tiempo porque ahí está Wikipedia y amigos, pero lo que sí les puedo decir es que apenas escuché el disco mi primera reacción fue “…conchetumare, cómo hubiera amado todo esto incluso a esa edad, cuando esto salió en 1996”.

Por más pionero que sea, Endtroducing sigue siendo uno de los mejores discos instrumentales del género hasta la fecha. Si fuiste alguien que disfrutó de bandas como Portishead, muy popular en los noventa, no va a ser demasiado difícil deleitarte con esto (especialmente porque Shadow tiene un tema extremadamente al estilo Trip Hop de Portishead en este disco). El álbum parte con la demostración maestra de Shadow siendo el rey del sampling con Building Steam with a Grain of Salt y termina con la épica jazzera experimental de What Does Your Soul Look Like, aunque para mí la gran perla del disco es The Number Song que cada vez que suena acá en mi departamento pongo el volumen a full.

DJ Shadow me hizo apreciar a otros artistas que estuvieron en la misma parada en los noventa, especialmente The Avalanches y su espectacular disco Since I Left You, donde me pregunto cómo uno puede llegar a manejar este nivel de samples y crear un collage tan brillante. Hip hop completamente salvado en mi vida, da manera al parecer definitiva.

Mención honrosa:

Jun Togawa – Tamahime-sama (1984)

A pesar que conocía a Jun Togawa hace muchísimos años antes gracias a temas como Suki Suki Daisuki o Radar Man no fue hasta ese año que escuché entero el Tamahime-sama cuando descubrí que ella era más que “una artista exótica”. Togawa fue una de las líderes de la movida más avant-garde de la música japonesa en ese entonces y eso es muuuuucho decir porque la competencia no era poca, especialmente cuando cualquiera podía experimentar con la música en el país mencionado ya que todos tenían el dinero para comprar los sintetizadores o instrumentos necesarios en los mejores años de la burbuja económica durante el ocaso la era Showa. Llegué súper tarde a la fiesta, tenía amigos que ya eran esclavos de su obra e incluso ya conocía a dos personas que era su artista favorita de todos los tiempos, no solamente japonesa, así que la curiosidad fue mayor. A pesar que la discografía general de Togawa es muy nutrida Tamahime-sama es celebrado hasta la fecha por su inesperada variedad, incluyendo uno de sus temas más famosos, Teinen Pushiganga, que es folclor andino digno de lo que se hace acá en nuestro país pero con una de las letras más obscuras que he escuchado en el género, directo del lugar más inesperado para una canción de esta naturaleza que es Japón. El disco nunca para de sorprender con temas dignos de la excentricidad eléctrica/punky de los ochenta japoneses como Konchugun o la oda a la metamorfosis de la canción que le da nombre al álbum. Probablemente una recomendación difícil de digerir para algunos, pero estuve obsesionado con Togawa por muchos años escuchando su trabajo y sus otros proyectos como Guernica así que fue inevitable mencionarlo.


2010: Violeta Parra – Las Últimas Composiciones (1966)


Si bien nadie en mi familia ni mis amigos gustaban del folclor la apertura de muchas bandas del estilo con la vuelta a la democracia cayeron apenas empecé a tener uso de razón. Creo que nadie de mi generación en Chile puede decir que no estuvo presente cuando era imposible escapar de Illapu, por lo que incluso algunos lados de derecha y conservadores de mi familia no pudieron ignorarlo.

Mi relación hasta el 2010 con el folclor era bastante superficial: me gustaba, pero conocía apenas las canciones que sonaban en las radios o en TV. Debido a mi conexión con el rock y el progresivo de seguro ya deben imaginar que mi primera entrada desde muy joven al tema fueron Los Jaivas y mi cariño a la banda lo único que ha hecho es crecer con el tiempo. Ya a finales de los noventa, en una época que a nivel underground existía demasiado chaqueteo a lo que pasaba musicalmente en Chile, profesaba que Los Jaivas tenían y siguen teniendo una de las mejores canciones que se han compuesto en latinoamérica. A pesar de todo mi amor a la banda estaba demasiado arraigado a lo rockero más que a lo autóctono, por lo que decir que me gustaba el folclor por Los Jaivas siempre me ha parecido una trampita.

Por un largo período de mi vida solamente escuché lo masivo, el greatest hits criollo y muy rara vez me aventuré a escuchar discos completos. Hay artistas universales que ya en ese entonces admiraba como Victor Jara (especialmente su canción más terrible de digerir) y a la vez hay bandas que intenté darles la oportunidad y hasta el día de hoy no han podido encajar con mis gustos, por ejemplo por años he intentado probar con Sol y Lluvia y nunca ha funcionado del todo, perdón. Disfrutaba de clásicos, siempre le otorgué el “vamos” a la escena, pero nunca estuve presente ni menos conversaba con mis amigos al respecto. Igual a veces terminé aprendiendo una que otra curiosidad sobre el folclor latinoamericano a principios de los 2000s (como, por ejemplo, que La Lambada de Kaoma era originalmente un tema boliviano de Los Kjarkas… y la han cantado en japonés) pero solo fueron hechos aislados… como dirían los pacos.

Hasta el 2010 –algo que confieso con demasiada vergüenza– las únicas canciones que conocía de Violeta Parra eran Gracias a la Vida (obvio) y Volver a los 17, nada más. Acá se empieza a notar que, de hecho, mi educación musical en el colegio fue nula y de paso se pueden reír de la ridiculez de mis prioridades musicales que, como chileno, empecé recién a descubrir a Violeta después de Vashti Bunyan y Jun Togawa… o sea, más perdido en la ruta imposible, digno de Ryoga.

Aunque mencioné a Vashti y Jun la realidad es que fue mi apreciación adulta a las letras y la rima en el hip hop que realmente me llevaron a apreciar el mundo de los cantautores. La mescolanza queda más viscosa cuando creo que MF DOOM tiene harta más responsabilidad que Vashti Bunyan en querer apreciar a alguien como Violeta, porque ahora estaba empezando a escuchar con más atención muy a pesar que fuera en otro idioma. Para qué me iba a complicar la existencia, así que me fui directo a probablemente el disco más alabado y consagrado de todos los tiempos de una artista chilena que es Las Últimas Composiciones.

Gracias a la Vida es un tema bello y todo, pero como chileno llegó a un punto en que terminé negando su entrada a mi vida por lo trillada que estaba. Por fortuna el resto del álbum me abrió los ojos a las verdaderas glorias de Violeta. Tengo claro que Violeta es, por sobre cualquier cosa, una investigadora de música que recolectaba en el campo y otros sectores remotos del país melodías pero eso no rebaja para nada la calidad de su interpretación, que ese año realmente vine a percibir como debe ser. Run Run se fue pal Norte, probablemente la canción más popular de Violeta después de las dos mencionadas anteriormente, demuestra todo el dolor que sufrió en su época y que deprime. He escuchado composiciones de géneros musicales extremos como el Black Metal, el Punk o la electrónica dura que putean a todo lo que se mueva y, aún así, Maldigo del Alto Cielo es uno de los temas más legítimamente “odio al mundo” que he escuchado en mi vida… y uff, qué decir de Rin del Angelito que tuvo efecto en reflexionar sobre la muerte de bebes. No puedo ni siquiera imaginar el dolor que es escuchar este tema si has vivido esta experiencia, como el caso de la propia Violeta que perdió un hijo, entregando descripciones en su letra que dejan lo macabro de Sopor Aeternus sonando como una canción de MOSAIC.WAV.

A lo que voy con todo esto es que este disco es DARKSSS AS FUCK, especialmente si a todo esto le sumamos el devastador desenlace de la vida de Violeta Parra en ese momento. La instrumentación del disco es simple pero armoniosa, sin pretensiones y que su calidad crea esa sensación agridulce que tiene todo el álbum de principio a fin. Aprendí demasiado ese año escuchando el álbum completo, ahora es uno de mis discos favoritos de la vida y esa experiencia hizo valorar a otros artistas tanto nacionales como de países vecinos. Otro momento “Late to the party” en mi vida pero hey, acá estamos.

Mención honrosa:

Akina Nakamori – Prologue (Jomaku) (1982)

Debido a los videojuegos y al animé la música japonesa ha estado demasiado presente en mi vida, como lo pueden notar. A finales de los noventa el anison me abrió las puertas a la música instrumental japonesa de gente como Yoko Kanno y amigos, Yoko Kanno me abrió las puertas al J-Rock, el J-Rock me abrió las puertas a la electrónica japonesa moderna, la electrónica moderna me abrió las puertas a la de los setenta y ochenta con todo el grupo de amigos de Ryuichi Sakamoto y, finalmente, llegué al eslabón para los japoneses más básico pero en ese entonces más ignorado en occidente: el del pop común y corriente, muy mainstream, muy suave que sonaba en la TV japo ochentera. Si bien ya conocía a algunos artistas, no fue hasta que descubrí ahora sí de buena manera las bondades de Akina Nakamori ese año al escuchar muchos discos completos, pero el primero es el que tiene mi mayor cariño muy a pesar que no sea el sentimiento popular. Decir que me gustaba Akina Nakamori en el 2010 era casi decir a primera impresión de mis cercanos que me gustaba Myriam Hernández pero japonesa así que no lo compartía demasiado (no por vergüenza ni mucho menos, sino porque sabía que no les iba a interesar) pero ese comentario, todavía chiste repetido en algunos lugares, está más que equivocado. Sí, es cierto, Akina tiene unos temas extremadamente cebolla pero lo que la vuelve la artista legendaria que admiro y disfruto es su epopeya personal por géneros diferentes, en una imagen más “madura” que el resto de las artistas de su estilo en ese momento. Heredado por la experimentación y sotisficación de doña Momoe Yamaguchi, Akina pasa por este extenso y aventurero disco desde el sonido playero en Bon Voyage hasta el poder de la guitarra virtuosa en Jyouken Hanjya. Posteriormente Akina tendría temas legendarios pasando por el atrevimiento sexual de Shoujo A hasta la bailable y amada hasta el día de hoy en Japón Desire. Años después YouTube estaría reviviendo todos estos artistas a oídos occidentales bajo la etiqueta de “City Pop” que yo personalmente me alegro que haya ocurrido, porque se lo que fue vivir esa experiencia y es una odisea sonora inolvidable.


Se viene la tercera parte y final el domingo o lunes, si todo sale bien

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