Un año, un disco de mi vida (1990-2000)

Woaaah, ¿una entrada de Hanagumi que NO tiene que ver con Otaku no Shouzou?, ¿qué está pasando acá?

Cuando decidí volver con un Blog personal el 2019 una de mis mayores metas fue intentar revivir mi absolutamente decaídas ganas por escribir, algo que es notorio para mucha gente. Ya pasó hace rato esa época en que era capaz de escribir diez noticias en Gamercafe y un artículo de lo que fuera mensual, ya no me da, no puedo explicar a ciencia cierta el por qué. Cuando pasó el estallido social mis ganas de escribir murieron otra vez porque no tenía ganas de expresarme sobre cosas “banales” cuando una gran parte del país estaba en la calle… es por eso que la llegada de mi proyecto de podcast con Pau cayó del cielo para volver a darle un uso útil al Blog, que ha sido genial y muy productivo (a nivel personal) por cierto.

Pero bueh, acá estamos otra vez, intentando recuperar mis ganas. Ayer desperté con ganas de hacer esto, no sé por qué, no soñé al respecto ni nada, simplemente me miré al espejo en la mañana y se me ocurrió. No es nada muy importante, de hecho tampoco es una lista de recomendaciones o crítica, es algo más bien personal pero que sentí que iba a ser entretenido para mí mismo y probablemente nadie más, así que sure… why not.

La idea de este escrito es “Un año, un disco de mi vida“, un repaso por mi historia musical personal que al escribir me recordaría qué tipo de música escuchaba por año y cómo llegué a este gusto mutante que tengo actualmente. Esta es una lista sincera y transparente, lo digo porque algunos de los discos que mencionaré rara vez los escucho en la actualidad o de frentón no me gustan, especialmente algunas cosas de los noventa, pero hey… era un niño, eso es precisamente lo que hace interesante volver a recordarlo.

A pesar que nací en 1984 esta lista empieza en 1990, ya que es el primer año que tengo recuerdos de querer grabar una canción en cassette o pedir un álbum a mis padres. Cabe destacar que esto es un repaso por el descubrimiento musical personal y de la época, no mis discos favoritos elegidos parcialmente que piense actualmente que son los “mejores de ese año”, de hecho hay varios discos muy “late to the party” en la lista, así que bien… veremos qué sale de todo esto. La primera parte es sobre los años 1990 al 2000, ojalá terminar esto… please.

1990: Los Prisioneros – Corazones (1990)


No sé por qué ocurrió, de verdad fue pura suerte, pero un día estaba sentado viendo televisión cuando daban Más Música, el programa que hacía Andrea Tessa en Canal 13 y justo esa edición estaba dedicada completamente al lanzamiento de Corazones, el último disco de Los Prisioneros y uno de los platos fuertes fue la presentación por primera vez en el canal del videoclip de Tren al Sur.

Era recién un niño, mi dimensión musical era lo que escuchaba mi papá cuando lo veía (mis padres se separaron apenas yo tenía meses de edad) y mi abuelo sentado al lado de su radio en las tardes siendo un mar de diferencia: a mí papá le gustaba Led Zeppelin y a mi abuelo Luciano Pavarotti. Hasta ese entonces nunca me había pegado con una canción o una banda. Mi madre rara vez escuchaba música frente a mí o me hablaba de sus gustos, hasta ese punto tuve casi cero formación musical tanto en los gustos familiares como en enseñarme en tocar un instrumento. Ni siquiera mi papá que tocaba guitarra y teclado alguna vez se ofreció a enseñarme, el camino a mis gustos nació de manera natural, propia, algo que haciendo memoria creo que nació ese día.

Es obvio que en ese entonces no entendía absolutamente nada de política, la vuelta a la democracia en Chile fue algo que solamente atinaba a sentir como “haber escapado de algo extraño de los adultos” y nada más. Las letras de Los Prisioneros me entraban por un oído y salían por el otro, mi entrada inicial a su música fue netamente melódica y justo de la manera más poco ortodoxa: empecé a entrar a la banda justo cuando Jorge González se había peleado con Claudio Narea, dio vuelta la página con el rock y decidió darle todo su amor a la electrónica de ese entonces. Jorge le decía chao a The Clash y abrazaba con locura a Depeche Mode, música que era popular en primer mundo pero que acá en algunos círculos por muchos años le hicieron la cruz ya que decían que era, literalmente, “música para maricones“, algo que el propio González tuvo que sacarse de encima en las críticas de la época… y que sí, da vergüenza ajena el solo recordarlo.

Tren al Sur es la primera canción que se me viene a la mente que “amé”, que realmente quería volver a escuchar más de una vez. El video me encantaba muy a pesar que no lo entendía del todo, de hecho mi conclusión en ese entonces era que a Jorge simplemente le gustaba andar en tren cuando en ese momento una buena parte de lo que tenía que ver con transporte ferroviario había sido arruinado por la dictadura. El coro es extremadamente simple y repetitivo pero atrapante, algo ideal para un niño como yo. El sonido del sintetizador me atrapó y en ese punto nada entendía de peleas estúpidas entre fanáticos de un género musical y otro. “Mamá, me gustan Los Prisioneros” fue lo que dije horas después, algo que en mi inocencia poco sabía que eso iba a traer ciertos problemas familiares ya que en ese entonces habían notorias divisiones políticas internas por lo que salir diciendo que yo, un pendejo de seis años, le gustaban Los Prisioneros en una reunión familiar era sinónimo de que mis padres me estaban lavando el cerebro políticamente de niño (sí, inserte sus risas acá, pero así era la cosa). Mi mamá cariñosamente atinó a hacer una mueca graciosa y hacer como si no hubiera dicho nada interesante.

Tuvo que ser mi propia iniciativa la que terminó cayendo con el cassette pirata que lo grabó mi papá, el único que podía ayudarme en algo así en ese entonces. Yo no tenía cassettera propia ni mucho menos Walkman que era inaccesible económicamente para mí (por no decir que mis prioridades en “pedir cosas” siempre estuvieron en los videojuegos), así que las únicas instancias que tuve para escuchar ese cassette era donde mi papá o en el colegio. Tren al Sur fue por años el mayor motivo para escuchar el disco, pero con el tiempo Cuéntame una Historia Original (“No te enojes por lo que te digo, pero creo que no tientes idea de nada todavía“, bello) y Corazones Rojos agarraron su peso, este último tal vez fue la primera vez que empecé a entender con mi crecimiento sobre el machismo y el respeto a las mujeres, cuando chistosamente había gente que se tomaba la letra literal como orgullo masculino.

No le voy a dar mucha vuelta al asunto, tenía seis años, era lo que había, pero afortunadamente es algo que se quedó en mi vida para siempre y cada año que pasa más me gusta, siempre me gustó Los Prisioneros por los dos estilos musicales y nunca le hice asco a ninguno de los dos en ninguna etapa de mi vida. Tal vez de manera indirecta eso hizo que no me volviera de esos culiaos con la famosa tonterita de la “música de verdad” y esas shits, a pesar que caí en ciertos snobismos en mi adolescencia que lo comentaré después.

Mención honrosa:

MC Hammer – Please Hammer Don’t Hurt ‘Em (1990)

Lo escuchaba más o menos seguido porque un profesor ponía el cassette en los recreos en mi colegio. Sí, por supuesto que vacilé esto, como todo el mundo en esa época, nada de qué arrepentirme honestamente. El trolleo intenso a la carrera de Hammer siempre me ha parecido demasiado exagerado, de hecho la huella de Hammer siguió en mi vida… años después este tema sería un clásico de mediados de los noventa en mi cassettera.


1991: Technotronic – Pump Up the Jam (1989)


Gusto completamente arraigado en lo infantil pero del cual, a la vez, no tengo absolutamente nada de qué arrepentirme: 1991 era el año que empecé a entender más sobre “géneros musicales” y quién realmente eran gigantes de la música, justo en ese momento estaba toda la locura del hip hop (algo en ese entonces novedoso en Chile) y la electrónica, por lo que la mezcla de las dos cosas cayeron como anillo al dedo a mi paladar.

Sí, Pump Up The Jam es un súper clásico, no por nada tiene más de 200 millones de visitas en YouTube, pero la verdad es que apenas el cassette pirata llegó a mis manos (todavía esclavizado de no poder escuchar tranquilo música en mi casa, así que solo era de manera esporádica) la verdadera joyita que disfruté en ese entonces y que todavía le guardo mucho cariño es This Beat is Technotronic, que llega a ser chistoso decirlo porque con toda honestidad es la misma melodía pero esta vez rapeada por MC Eric y esto mezclaba los dos elementos que encontraba cool y grosso en la época: un tema pegadizo y un rapero con peinado flat top. No le podía pedir más a la vida.

Me genera risas internas pensar todo lo que me gustaba Technotronic muy a pesar que toda la vida he sido reacio a las fiestas y al baile, pero el amor a los sintetizadores siempre ha sido más grande. Si hubiera nacido 15 años después probablemente sería un Sadboy, ja.

Mención honrosa:

Led Zeppelin – Remasters (1990)

Mi papá (QEPD) era de esas personas mitad rockero, mitad romático (aunque honestamente lo último era… bueno, ya saben), es por eso que esta fue probablemente su única gran influencia en mi vida. Qué más decir, era el compilado con “lo mejor” de una de las bandas de rock más importantes de todos los tiempos, era obvio que caí automáticamente. Era todavía muy chico para estar sentado escuchando Stairway to Heaven de corrido pero sí recuerdo disfrutar muchísimo Rock and Roll y Immigrant Song… cómo no iba a disfrutar del AaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH AAAH de Robert Plant a esa edad.


1992: Nirvana – Nevermind (1991)


Decir que fui “parte de la época” sería un aprovechamiento de mi parte porque obviamente era solo un niño de ocho años, pero a la vez esto confirma que… por la chucha qué disco más INESCAPABLE.

Si bien Nevermind salió en septiembre de 1991 en mi mundo personal la popularidad escolar estalló de verdad en 1992 y cuando hablo de “escolar” hablo que TODO mi colegio escuchaba este disco, incluso gente de mi edad. No voy a hablar de su significado revolucionario ni de su influencia de la época porque no soy el indicado, mi entrada a Nirvana fue simplemente porque -esto- era lo que estaba sonando en las radios y era ley, era lo que tenías que escuchar para ser el nuevo chico cool de la esquina. Esta fue la primera vez que empecé a escuchar a niños de mi colegio -mayores que yo algunos por hasta seis años- decir que esto era “música de verdad, pa’ hombres” y que el resto era una mierda, que era una verdadera expresión contracultural y que era una patada en las bolas a la industria discográfica mundial… y yo simplemente atinaba a ¯\_(ツ)_/¯ e irme a jugar Nintendo.

Lo que no quiere decir que no lo haya disfrutado como tal, todo lo contrario, porque lo vacilé a mil: gracias a una movida de un compañero de curso pude conseguir prestado el cassette pirata por un fin de semana, el cual gracias a la buena onda de un tío (hermano de mi madre) ya tenía cassettera propia (un maravilloso Sony CFS-715S que le salió de seguro un ojo de la cara pero en fin, las bondades de ser hijo único). Si bien Led Zeppelin tuvo una evidente influencia en mi gusto al rock junto al resto de los temas que conocía de Los Prisioneros, el Nevermind fue definitivamente un momento crucial para que empezara a gustarme la música más estridente, algo que en mi casa mi madre y mis abuelos odiaban pero nunca me lo prohibieron, dando como resultado de regalo mis primeros audífonos. Si bien casi todo el mundo recuerda a la incombustible Smells Like Teen Spirit si ahora lo analizo con calma la verdad es que el lado A del cassette (o vinilo, si podías) es perfecto para un joven como yo entrando al rock alternativo: In Bloom, Come as You Are, Breed y Lithium son todos temas estúpidamente pegajosos y fáciles de digerir, porque mientras los gringos cuestionaban las letras acá en latinoamérica a nadie le importaba un carajo, en una época en que realmente muy pocos sabían inglés, así que lo podía disfrutar cualquier persona sin tanto drama mientras te gustara el “rock” como género abierto. Le tengo cariño a Polly a pesar de ser algo mucho más liviano que el resto del lado A… y sí, vuelvo a resaltar todo eso porque en esa época era por lejos mi lado favorito del álbum.

Haciendo memoria, cuando Kurt Cobain se suicidó la verdad es que no reaccioné del todo, tal vez era demasiado joven para entenderlo a pesar que ya habían pasado muertes de algunos artistas que me agradaban… pero en fin, era alguien recién en la flor de la vida, no le daba el peso que requerían ese tipo de noticias. Fue a finales de los noventa cuando realmente le empecé a dar la importancia que merecía y si bien no me declaro un fanático de Nirvana, rara vez escucho este disco en la actualidad y que en ese entonces el único tema que conocía antes de la muerte de Kurt de In Utero era Heart Shaped Box (y actualmente es mi disco favorito de Nirvana, por lejos) igual tengo respeto y buenos recuerdos de algo que, si soy sincero, me genera una sensación todavía muy triste por el desenlace.

Mención honrosa:

León Gieco – Mensajes del Alma

Es realmente difícil explicar cómo un pendejo como yo terminó en esto, especialmente porque León Gieco es un compositor absolutamente maestro y de enorme respeto… pero hey, tenía ocho, ¿qué pasó?, pues pasó Los Salieris De Charly. AMABA ESTE TEMA y, como pueden estar imaginando, no entendía ni un carajo de lo que realmente hablaba la canción… de hecho apenas sabía quién era Charly García. Esta es la máxima expresión que si una melodía es buena, te enganchas y listo. Por varios motivos terminé con este cassette y lo escuché mil veces y… no sé, lo amaba y no entendía nada. Así es la magia de la niñez. Para qué hablar lo que fue descubrir todo el repertorio de Gieco con los años, un gigante de la música Argentina. Mi familia jamás se enteró ya que tenía mi cassettera y mis audífonos, así que no hubo ningún problema a diferencia de lo que pasó con Los Prisioneros (por suerte). A pesar de todo, la identificación con Gieco de niño estaba ahí mismo: “Menos mal, no somos cualquiera, nunca nos odiaron en la escuela, menos mal, no somos cualquiera, nunca mentimos en la iglesia“.


1993: Mecano – Descanso Dominical (1988)


Muy rara vez he hablado de música con mi madre, simplemente está lejos de ser parte de su vida diaria. Es extraño que el familiar más cercano de mi vida tenga una de esas cualidades que siempre he encontrado muy extrañas de aceptar en las personas: la de no ser fan de la música. Creo que si mi madre se sienta a escuchar dos o tres de sus temas favoritos una vez al año es mucho decir. Su vida siempre fue más dirigida al cine, lo que para mí ya es suficiente y me alegra, pero de música todo es casi nulo.

Y aún así, sin embargo, este es por lejos el mayor legado musical que me dejó: Mecano era gigante en Chile y probablemente lo era en todo el resto de latinoamérica, cayendo directamente desde la movida Madrileña al mundo, muy a pesar que los mayores fanáticos y exponentes del género en España lo nieguen. Mecano es una banda curiosa de digerir: por un lado están sus suaves melodías, la fina y para algunos infantil voz de Ana Torroja cantando en persona masculina generando añejas controversias y las complejas letras muy inesperadas dentro del mundo del pop que en ese entonces para mis nueve años parecían de otro planeta (“Y ese algo que soy yo mismo, es un cuadro de bifrontismo que solo da una faz“) eran de admirar, mientras que por otro lado la exagerada instrumentación sinfónica con sintetizadores y algunas de sus letras me parecían incluso en esos años de los más cursi (“Siempre los cariñitos me han parecido una mariconez, Y ahora hablo contigo en diminutivo con nombres de pastel“). Pero qué bah, tenía nueve, era música, era agradable después de mucho rock y como nunca me compré la parada de la vida rockera ridícula no tenía problemas en disfrutar de este clásico.

Uno de mis mayores recuerdos es estar sentado en un columpio cerca de la casa de mis abuelos escuchando este cassette por horas, el cual fue uno de los primeros que pude escuchar original ya que era de mi madre. Si bien casi todos los recuerdos automáticos de la gente con Mecano son de esas baladas en piano para mí una de las cosas que más disfruté de la banda y que sigo valorando hasta el día de hoy es la variedad que contenía este álbum, algo para mí novedoso a mi edad: pasaba desde la mezcla del sintetizador con el Blues y el Tango con El Blues del Esclavo hasta la eternamente nostálgica y festiva Un Año Más, dando como resultado personal disfrutar de muchos géneros de una sola tirada. Probablemente este disco de Mecano es un responsable de mi “tolerancia” y de escaparme de la caca cerrada de mente que vería a muchos de mis compañeros un par de años después.

Con todo lo que me gustan los sintetizadores a veces creo que disfrutaría algunos de los temas actualmente de mejor manera sin ellos, especialmente “Eungenio” Salvador Dalí que su melodía en piano y muy especialmente la letra me parece hasta el día de hoy espectacular pero cuando se vuelve “sinfónica” me pierden. De todas formas todavía vuelvo de vez en cuando a este disco (y a Entre el cielo y el suelo y el disco homónimo, este último un descubrimiento muy tardío en mi vida y que encuentro sonoramente alucinante en muchos sentidos, además de tener el tema más FABULOSO de todos los tiempos, digno de Jojo’s Bizarre Adventure). Actualmente lo que hace Ana en su carrera musical me parece mediocre y somnoliento, pero en fin, nada es perfecto.

Mención honrosa:

Cypress Hill – Cypress Hill (1991)

MEDIO LOCO DEL COOOCOOOOO, IDO DE LA MENTEEEEEE“. Si bien Cypress Hill había sido toda una sorpresa en 1991 hasta ese punto el único tema que conocía era Insane In The Brain. Un día un amigo y su padre fueron a dejarme a mi casa desde el colegio en auto y procedieron a escuchar este disco al mayor volumen conocido por la humanidad, uno de mis mejores recuerdos pre-10 años. Ese mismo amigo me copió el cassette y lo amé, fue mi primera experiencia con el hip hop más duro y con contenido social, muy alejado de los pantalones de MC Hammer. A pesar de lo ridículamente popular que fue este tema para mí la verdadera joya es How I Could Just Kill a Man, que en ese momento no tenía idea de qué trataba la letra (a pesar que me reía cuando decían puto, jiji) y que actualmente me da mucha risa ver a Q-Tip de A Tribe Called Quest en el video con cara de “qué mierda estoy haciendo acá“. Ni hablar de cuando descubrí sus “mejores éxitos en español”, un disco que rodea la nostalgia y las risas irónicas a la vez en mi grupo de amigos años después. Good times… por no decir que es el único disco de Cypress Hill que paso en la actualidad.


1994: Pat Metheny Group – Still Life (Talking) (1987)


Primero fue la influencia de mi padre, luego de mi madre y finalmente de mi abuelo: es muy extraño hacer la retrospectiva de cómo caí en esto porque la verdad es que mi abuelo lo único que escuchaba era música clásica, especialmente opera. Su fanatismo por Pavarotti fue tan grande que mi abuela llegó a odiarlo hasta el día de hoy, porque no había tarde en mi casa donde estuviera sonando. Fuera de su amor a la música docta el otro panorama de mi abuelo en la tarde era escuchar la selecta y respetada en ese entonces radio El Conquistador, donde con toda honestidad mi abuelo no lo hacía tanto por la música sino por las lecturas de historias y frases de libros (que eran narradas por… alguien muy conocido en Chile que en este momento no recuerdo su nombre y me da mucha vergüenza no saberlo, de seguro alguien que lea esto lo sabrá).

La programación musical de la radio en ese entonces era bien extraña, aunque en general gran parte de su repertorio era música instrumental donde recuerdo que ponían Song of Ocarina de Diego Modena y Jean Philippe Audin todo el día, al punto que terminé odiándola (el video es muy chistoso por cierto). También gracias a El Conquistador conocí la maravillosa The Lonely Shepherd de Gheorghe Zamfir que terminó cayendo en el soundtrack de Kill Bill muchos años después… parece que en la radio tenían un fetiche con las zampoñas por algún motivo.

Pero la verdadera maravilla, la perla, la hermosura de escuchar esta radio fue descubrir Last Train Home del talentoso Pat Metheny, un tema jazz fusion el cual tu imaginación te llevaba automáticamente a estar sentado relajadamente en un tren gracias a su inteligente uso de la batería, acompañada de la magia de la guitarra de Metheny. Esta canción me ha acompañado toda la vida, la amé desde el día uno y mi abuelo también, por lo que terminó adquiriendo el disco Still Life (Talking) no mucho tiempo después.

Sí, no lo niego, Last Train Home es el canapé del disco pero a decir verdad todo el álbum es una maravilla: Minuano (Six Eight) es un viaje absolutamente espectacular y Third Wind tiene a la vez uno de mis momentos de inicio y finales favoritos de la historia del género. Se que hay gente que encuentra hasta kitsch las armonías del disco pero yo las amo y no tengo problema con ellas hasta la fecha. El disco entero fue una pieza fundamental para acercarme al jazz, algo que no tuvo el mismo efecto en mi abuelo donde se quedó concentrado en la opera hasta el último de sus días mientras que este disco me abrió las puertas a gente tan variada como Chick Corea, Paco de Lucía y Astor Piazzolla, por lo que el legado en mi vida es incalculable. Curiosamente Last Train Home agarró una segunda vida gracias a Jojo’s Bizarre Adventure que la estoy mencionando por segunda vez en este escrito… quién lo diría.

Mención honrosa:

The Doors – The Doors (1967)

Un clásico, nada que decir. Curiosamente llegué a él por iniciativa propia escuchando Break on Through de manera aleatoria en la radio y alguien tenía el cassette en mi curso. La sorpresa mayor fue descubrir que a todos mis tíos de mi lado paterno les encantaba The Doors con locura y fue la primera vez que, ahí sí que sí, pude compartir un gusto musical con un familiar ya a lo loco, siendo una de las primeras bandas que aprendí su historia. Es difícil defender esto considerando la indiscutible calidad del álbum y a muchos les sorprende cuando lo cuento, pero por lejos mi tema favorito de este disco es The Crystal Ship, sí, incluso en esos años. El piano simplemente me mata y unos años después ya con mi inglés perfeccionado terminé atrapado en su letra que hasta el día de hoy me persigue. Siento que es el epitafio perfecto para Jim Morrison, especialmente las últimas estrofas. El tiempo me enseño que no a todo el mundo le gusta The Doors dentro de los círculos del rock clásico, algo que me dejó sorprendido en su época e incluso amigos cercanos que les gusta la música de los sesenta no lo pueden pasar… oh well, así es la bella magia de la música.


1995: Megadeth – Rust in Peace (1990)


1995 fue uno de los años más importantes de toda mi vida, fue algo tan explosivo que con el paso de los años me di cuenta que en lo que respectaba a gustos personales al parecer estaba un poco más “maduro” que el resto de mis compañeros del colegio: empecé a “investigar” sobre lo que me gustaba, esto por ejemplo me hizo llegar al animé que daban fuera de la TV (y que dio como resultado pues… ya saben), ver películas en VHS no muy comunes o ya entrar a la música todavía más alocada que lo que había vivido con Nirvana. Ese año empezaron las transmisiones del extinto canal Rock & Pop Television que tuvo una enorme influencia en mis gustos, especialmente por el mítico Maldita Sea y Viva la Revolución, este último olvidado por muchos pero que todavía tengo mucho cariño en esos años que Rolando Ramos era un gurú ante mis ojos.

1995 fue el año que entré, ahora sí que sí, al loco mundo del Metal, una etapa que duró toda mi adolescencia y una parte no menor de la primera mitad de mis veintes. Los resultados fueron variados, empezando que entré a Metallica y de la manera más ridícula posible: odiándolos, cuando salió el Load y me presentaban a la banda como un grupo de “poseros y vendidos” debido al legendario material que grabaron en los ochenta, al estilo “hey, imagina que incluso ahora tienen un tema country“, cuando en realidad recién los estaba conociendo de buena manera y no solo por los singles de las radios. Me puse a escuchar Radio Futuro que me abrió la ventana a una cantidad gigantesca de bandas, incluso llegué a veces a ver MTV Headbangers en su versión latina cuando Alfredo Lewin era la súper estrella chilena de la escena (lo que generó envidia porque, ya saben, metaleros).

Y de ese odio, pasó lo inevitable: “Metallica son unos vendidos… no como Megadeth” alguien exclamó, algo que me da mucha risa recordar porque entré al mundo de Megadeth cuando la banda estaba viviendo su etapa mainstream más exitosa comercialmente. Mi amor a las locuras de Dave Mustaine fueron automáticas y no precisamente por entrar al Countdown to Extinction sino que me dieron una patada en la raja directo a Rust in Peace, el disco por lejos más celebrado y admirado de la banda. Me gustaba One de Metallica, de hecho el video todavía me es impactante (terminé viendo Johnny Got His Gun, la película que sale en el video años después solo para enfrentarme a su temática y que es todo lo que promete, gracias Metallica), pero cuando terminé escuchando por primera vez Hangar 18 fue el momento definitivo para volverme un esclavo de Rattlehead.

Megadeth fue toda una experiencia en mi niñez, en ese entonces todavía no entendía las letras en inglés pero el sonido de Rust in Peace… Polaris me dejaba en claro que todo era relacionado a la autodestrucción de la humanidad. La simple pero satisfactoria melodía de Lucrecia fue fundamental para terminar admirando más a Marty Friedman que al propio Mustaine y vaya resultado que dio al final: aburrido del Metal, Friedman abandonó la banda y terminó viviendo y casándose en Japón tocando canciones de enka con Aki Yashiro… Friedman, te entiendo tanto.

De acá hacia adelante la relación con el Metal no hizo más que avanzar y avanzar por muchos años, por lo que este disco fue fundamental en mi vida. Actualmente lo escucho un par de veces ya que mi relación con el género murió hace tiempo, pero salud por los buenos momentos.

Mención honrosa:

Illya Kuryaki and the Valderramas – Chaco (1995)

Como toda persona de mi edad terminé cayendo en los encantos de esta banda con la emblemática Abarajáme, que si consideran ese momento este tema era perfecto: letra ridícula, con temáticas sexuales y garabato limpio, frases incomprensibles pero chistosas y acompañado de uno de los mejores videos hechos en latinoamérica, mi yo de 11/12 se devoró esto sin pensarlo. Terminé con el cassette en mis manos y me encantó, pero debo confesar eso sí que lo disfruté como un gimmick, algo gracioso que no tenía que tomarlo en serio. Muchos años después, ya llegando a mis 30 y con otra perspectiva de la música volví a escuchar el disco y me di cuenta realmente lo maravilloso que es. Una de sus mayores virtudes es que comparándolo incluso con el clima del hip hop en Estados Unidos el disco es completamente original, con un estilo único e irrepetible. Sí, tengo claro que a ambos de seguro les encantaba el Wu-Tang Clan y su notoria fascinación con las artes marciales, pero en el contexto de sus letras, el uso de samples y su producción creo que ni siquiera la frase de “adelantados a su época” les calza, porque nunca nada fue como esto, ni siquiera el Versus donde la banda se volvió notoriamente más funky. Discazo, no solo el single, lo recomiendo enormemente. “Pedro murió de ocho tiros policiales, según la ley ocho tiros legales“.


1996: Robert Miles – Dreamland (1996)


Si creían que mi temprana introducción al Metal iba a destruir mi cariño a los sintetizadores están completamente equivocados, de hecho lo único que hizo 1996 fue exponenciar la experiencia a otras ramas muy diferentes a lo que escuchaba en la electrónica anteriormente: pasé desde la celebración al pasado psicodélico de Deee-Lite hasta la sobredosis de The Prodigy, más noventero imposible.

Sin embargo si hubo un disco que escuché una y mil veces ese año fue este sueño de Robert Miles, que fue mi introducción personal a una electrónica más “mística” y “esotérica”, menos bailable y que tenía que ver más con sensaciones pero sin llenarme de la bullshit estilo new age encima. La verdad no recuerdo cómo llegué a él, pero sí recuerdo que pude copiar el disco a cassette desde el CD que poseía un tío después que me enteré que estaba en su colección. En ese entonces no tenía forma de reproducir CDs, así que cada vez que iba a su casa (algo habitual, él fue el tío que me introdujo al mundo de los PCs y los computadores en general, una historia que he comentado mil veces públicamente entre videos y podcast) aprovechaba en escucharlo en para ese entonces una perfecta calidad en mis oídos.

Es obvio que la mayoría conoce a Miles por Children y no los culpo para nada porque el tema es maravilloso y todavía sigue estando presente en mi vida muy a pesar que algunos consideren el estilo electrónico del dream trance demasiado cheesy, sin embargo el disco entero me hacía flotar, me sacaba de mi cuerpo y me hacía imaginar un viaje sin drogas de por medio. Especialmente Fable me generaba esa sensación y hasta el día de hoy la escucho con mi imaginación abierta. Dreamland fue uno de los primeros discos que me costaba recomendar o hablar con amigos: la mayoría lo encontraban cursi o de frentón “””gay“”” porque ya saben, los noventa el aweonamiento. Cuando Miles falleció el 2017 de cáncer de páncreas me dolió su resto, es una persona que me hubiera gustado aunque sea decirle “gracias”. Su trabajo posterior metió bastante menos ruido, pero recomiendo personalmente el disco Th1rt3en que creo es su trabajo más interesante a nivel sonoro y experimental.

Mención honrosa:

Los Tres – MTV Unplugged (1996)

Si bien Los Tres ya hace rato que eran una banda consagrada en Chile y considerados de lo mejorcito que salieron en esa década marcada por toda una nueva ola de agrupaciones y artistas al fin libres de poder sacar discos pasado la dictadura en lo que respecta a mi vida no fue hasta el Unplugged que realmente los terminé amando. El disco entero es espectacular, de hecho una buena parte de sus canciones me gustan más acá que las versiones de estudio. La mayoría que vivió la época de seguro te va a decir que el álbum fue un factor fundamental para que reviviera la cueca en el gusto popular joven por Quién es la que Viene Ahí, sin embargo para mí el por lejos mejor tema del disco es la angustiante Traje Desastre, acompañada de una melodía y letra desgarradora (“Y aunque me lleve el tiempo no tengo edad” es una de mis estrofas favoritas de todos los tiempos) y que su calidad fue tan alta que decidieron publicarla posteriormente como un single, tema que generó para mí uno de los mejores videos realizados en Chile. También ese año terminé adquiriendo de manera pirata todo el resto de los discos de Los Tres y un tiempo después La Espada y la Pared original, el resto es historia. Álvaro Henríquez valdrá callampa en muchos sentidos, pero para mí es un genio. Si hablo de legado estos discos fueron mucho más “importantes” que Robert Miles, pero para qué les voy a mentir, ese fue el disco que escuché una y mil veces en 1996. No me quejo.


1997: Era – Era (1997)


Si unimos puntos estamos claros que la influencia de mi gusto por Robert Miles me llevó a esto… y sí, hay ciertas sensaciones de vergüenza al respecto, no porque encuentre el disco malo actualmente pero sí acepto que hay ciertos elementos que me parecen un poco ridículos de él. A pesar de todo acá estoy intentando transparentar quién fui musicalmente y si me voy a ese año la verdad es que es cierto, este fue por lejos el disco que más gocé en ese momento.

Si a alguien que vivió los noventa le hablas de Era probablemente lo único que se va a acordar es de Ameno la cual actualmente goza de una sutil fama de meme en latinoamérica, porque nada es sagrado. En esos años estaba full metido con la onda medieval, me encantaban los RPG tipo Dragon Quest y Final Fantasy justo en medio de la nueva explosión del género en occidente debido a la fama de Final Fantasy VII en PlayStation. Terminé leyendo una cantidad no menor de novelas y libros sobre fantasía medieval, entré al mundo de El Señor de los Anillos, vi los OVAs de Record of Lodoss War, le di una oportunidad a Dungeons & Dragons (que confieso no duró mucho, el rol de mesa no es lo mío), me encantaban un montón de películas de los ochenta sobre el tópico como Willow, Legend, Labyrinth o The Neverending Storyweón, incluso me gustaba el animé de Slayers (o “Los Justicieros” como la conocimos gracias al doblaje venezolano), estaba completamente demente. ¿Cómo no iba a terminar amando esto si incluso incluía canto gregoriano entre medio?

Vi el video de Ameno en la TV abierta y morí de una, amé el video muy a pesar que no tuvieron que pasar ni semanas para darme cuenta que en realidad está hecho con el vuelto del pan (o casi, si no fuera por las cámaras aéreas). Investigué rápidamente y caí con el cassette, el cual mi madre me regaló original. Recuerdo precisamente que mi mamá quiso regalarme originalmente el CD, pero estaba fuera de stock en todos lados que fuimos y de la desesperación al final le dije que comprara el cassette, algo de lo cual confieso estar arrepentido hasta el día de hoy.

Amé Era porque tenía tres elementos que en ese entonces disfrutaba de gran manera: electrónica, solos de guitarra eléctrica y fantasía medieval, all in wonder. Ya en ese entonces recordaba que años antes algo vagamente similar había ocurrido musicalmente con Enigma, pero en un toque tan esotérico que hasta el día de hoy no lo puedo pasar. Era mandaba la astrología a la chucha y te enviaba a una aventura épica por castillos europeos y batallas con espada y armadura, solo que con punchi punchi. La mezcla hasta el día de hoy es bien polarizada, hay gente que lo disfrutó como yo y hay otros que lo encuentran el colmo de cursi. Hasta ese punto Ameno me había encantado (tanto la versión electrónica que circulaba como single acá en Chile como la original, más rockera), sin embargo el verdadero tema que me llevó a adquirir el álbum fue Enae Volare Mezzo, que llevaba lo que había escuchado de Era a terrenos más épicos y fantásticos.

Si actualmente me gusta este disco o no es algo que me pregunto en varias ocasiones… dejémoslo en que todo depende de mi “estado de ánimo”, pero la nostalgia y el cariño detrás de él sigue presente. Creo que actualmente me gustan más los temas melancólicos del disco, especialmente Mirror donde el guitarrista y líder del proyecto Eric Lévi invocó sus mayores dosis de talento. De seguro en el 2021 decir “me encantaba Era” solo trae risas por el status de meme que tiene Ameno en lo actualidad, pero oh well, la vejez.

Mención honrosa:

Helloween – Keeper of the Seven Keys Part I (1987)

Uff, este disco… creo que lo verdaderamente bonito detrás de él en mi vida no es el álbum per se sino toda la gente que conocí gracias a él. Helloween fue mi entrada al Power Metal, un género que amé con locura por unos años y que actualmente no puedo pasar ni a patadas, por lejos lo que más me cuesta volver de mi adolescencia. A pesar de todo le sigo teniendo cariño a este clásico y Halloween es un tema que escucho por lo menos una vez al año para teletransportarme a esa década, solamente por la nostalgia. Michael Kiske y sus tonos altos nunca me dejarán de sorprender.


1998: Rhapsody – Legendary Tales (1997)


¿Hablábamos de música, Power Metal y fantasía medieval? bien, pues esto se lleva la corona. También hablábamos que el Metal se comió una buena parte de mi adolescencia y que me terminó aburriendo con el tiempo… okay, si lo conversamos de esta manera no tengo ningún problema en decir que de todos los discos que mencionaré acá este es de manera unánime el que más me cuesta volver, lo que no significa que no pueda rememorar mis buenos tiempos.

1997 fue un año fundamental para mi amor al Metal, ya que un hermano mayor de un compañero de curso (mucho mayor, alrededor de 21 años) era un dios absoluto del género no solo en conocimiento sino en material: la primera vez que fui a su casa quedé impactado y babeando cuando vi la colección de CDs y vinilos, todos siendo coleccionados desde muy joven donde el dinero lo ganaba limpiando piscinas. No exageraría en decir que su colección superaba los 300 CDs originales, una buena parte de ellos dedicados al Power Metal. Ese año conocí bandas como Stratovarius, Angra, Nightwish, Blind Guardian, Gamma Ray, Hammerfall, Skylark y muchas, muuuuuchas más… incluyendo a Rhapsody que se llevó toda mi atención por su temática del metal sinfónico y fantasía medieval a la vena directo del fanfic del Señor de los Anillos más genérico. Además de lo mencionado la llegada del formato MP3 facilitó notoriamente la distribución de música, siendo este disco uno de los primeros que disfruté de manera digital.

No lo podía creer, tenía 13 y mi amor a Rhapsody fue insuperable. Me compraba toda la idea de la fantasía de sus canciones con dragones, elfos y reyes legendarios. Apenas escuché la introducción con Ira Tenax que exploté, “son unos genios, ¿cómo lo hacen?” me preguntaba con mi ingenuidad. Pasa la intro y suena Warrior of Ice con el grito más desgarrador posible de Fabio Lione y las guitarras amplificadas de Luca Turillivendido, completamente rendido a los pies de ellos en un par de segundos. “MIIIIGHTYYYY WARRRIOOOOOOOOOR” decía la canción mientras yo aceptaba la llamada épica… y ahora solo atino a reírme.

Legendary Tales es probablemente el primer disco que amé TODAS las canciones, sí, todas. Ninguna me parecía relleno, todos los temas tenían el mismo peso, me era imposible elegir por una canción favorita porque todas me encantaban: desde la furia de Flames of Revenge hasta la tranquilidad emocional del tema que lleva el nombre del disco, Legendary Tales. Al año siguiente entré justo a la fiesta para la llegada de Symphony of Enchanted Lands, su segundo disco y el impacto fue exactamente el mismo. No tengo ninguna duda en decir que Rhapsody era mi banda favorita en ese instante… hasta que llegó el disco que mencionaré el siguiente año.

Mi amor por Rhapsody murió fugazmente y pasó de lo épico a la comedia e incluso a darme un poco de vergüenza ajena, especialmente Rain Of A Thousand Flames que tiene uno de los videos más chistosos en mi memoria… de verdad Turilli debió haber ganado un Oso de Berlín por semejante actuación. Actualmente Rhapsody se conoce como Rhapsody of Fire por problemas legales y llegaron incluso a grabar un tema con Christopher Lee, entre medio de peleas internas e incluso la existencia de dos grupos separados tocando las mismas canciones. Buena onda para ellos, salud por los buenos tiempos y si todavía te gusta Rhapsody bienvenido sea, pero no gracias.

Cabe destacar que no solamente el Power Metal me acompañó en esos años, escuché de todos los estilos, incluso Black Metal donde a pesar que no comparto en lo más mínimo sus ideas políticas Burzum es algo que ha sobrevivido de mi aburrimiento general al Metal, para bien o para mal. Todo esto hizo que me alejara completamente de todo el fenómeno que pasó con el Aggro Metal y el Nu Metal en su momento, medio de verdad por gusto personal y medio por snob.

Igual para qué estamos con cosas, a la hora de hablar de Metal, especialmente de sus derivados “épicos“, es el género que lleva la vanguardia en videos chistosos.

Mención honrosa:

The Chemical Brothers – Dig Your Own Hole (1997)

Si bien el Metal se apoderó de mi vida eso no significó que abandonara por completo la electrónica, para nada, sin embargo la mayor repercusión que tuvo fue que me acerqué a géneros más pesados de este mundillo. Ya desde el año pasado que en Chile estaba todo pasando a nivel popular con The Chemical Brothers y el súper éxito que fue Block Rockin’ Beats, pero el motivo para adquirir el disco fue Elektrobank, recordado hasta la fecha por su inolvidable video dirigido por Spike Jonze y protagonizado por Sofia Coppola. El poder de esta canción bombeaba mi sangre a mil por hora en esos años. Ahora ya no me gusta tanto como en ese tiempo pero a diferencia de Rhapsody este es un disco que puedo volver de vez en cuando y pasarlo bien en el proceso.


1999: The Seatbelts – Cowboy Bebop (1998)


Sin temor alguno a equivocarme este es junto con el disco mencionado de Pat Metheny los dos álbumes que más valoro de mi infancia/adolescencia y que mejores recuerdos tengo, por no decir que el amor y respeto a este disco está intacto desde el primer día. Ya en 1999 estaba completamente en la caca en lo que respectaba a animé, entre lo que daban en la TV abierta, en el cable, los VHS prestados o copiados y los ciclos de Illion y similares ya no podía estar más sumiso ante el tópico, mi vida eran videojuegos y animé… y música, claro.

Ese año fue el momento en que descubrí Cowboy Bebop, serie de animé que no requiere presentación porque fue una de esas que incluso escapó el círculo otaku y terminó siendo alabada por fanáticos generales de la ciencia ficción y el mundo cinéfilo. No voy a explicar todo lo que me gusta la serie porque ya lo hice en ese podcast con Pau en tres horas de amor intenso a Shinichiro Watanabe y compañía, pero lo que sí puedo decir acá fue que este disco terminó pavimentando de manera definitiva mi pasión incondicional a Yoko Kanno, una de las mejores compositoras que ha tenido el medio.

Si Pat Metheny abrió el mundo del jazz ante mis ojos, fue Cowboy Bebop y este disco junto a su banda The Seatbelts el que dejó en claro que el jazz era un paraíso para mis oídos y que tal vez, taaaaaal vez, el Metal no me gustaba tanto como yo pensaba. Tengo claro que Tank! es genial, pero este disco… oh man, este disco: Rush, Bad Dog No Biscuits, Piano Black, Rain… HOLY FUCKING SHIT SPACE LION. Sin palabras, esta mujer y toda la gente que trabajó con ella tiene mis agradecimientos eternos. You’re gonna carry that weight.

Mención honrosa:

Yoko Kanno & Hajime Mizoguchi ‎– Escaflowne Original Soundtrack 1 “Over The Sky” (1996)

Sí, lo sé, Yoko Kanno otra vez y exactamente el mismo año, pero… ¿qué puedo decir al respecto? nada. Tenkuu no Escaflowne fue una experiencia espectacular y si bien no está al nivel de Cowbe (no me tiren tomates please) sí fue algo que disfruté a full y que sigo teniendo en lo alto de mi corazón. ¿Se acuerdan de mi gusto por la fantasía medieval? pues imaginen esa explosión que tuve con Rhapsody… pero multiplicado por cien. Años después sería el primer CD de animé original japonés que tuve.


2000: X Japan – Blue Blood (1989)


El inicio del nuevo siglo destacó en mi vida por ser un momento decisivo para amar la música japonesa. Ya lo estaba haciendo por lo menos desde el 95 pero la magia del formato MP3 y la facilidad que empezó a ser descargarlos (además de la masificación de Napster, ¿se acuerdan de esos FTP rusos? ¿de esos sitios de Geocities con dos a tres MP3s porque apenas te daban 15 Megabytes de espacio?… ¿incluso de esos FTPs ilimitados de VTR que tuvieron que bajarlos al tiempo porque estaban sobrecargados de piratería?) me llevó a una lista interminable de artistas del país mencionado. Muchas veces para traficar archivos nos enviábamos por IRC ese generador de playlist de Winamp en formato HTML para saber qué tenías en tu disco duro. Muy buenos tiempos.

En 1998 conocí X Japan gracias al círculo de amigos otakus pero no fue hasta el 2000 que escuché por primera vez por completo el Blue Blood y entendí claramente la importancia que tenía la banda en su país natal. Era obvio que me iba a gustar: era japonés, era metal y tenían las pintas más estrafalarias posibles… si a eso le sumamos de paso que tenían baladas dignas de dejar en vergüenza a Guns ‘N Roses el resultado era electrizante.

Era el mejor y el peor momento para conocer X Japan: por un lado se traficaba la discografia completa muy fácilmente entre fanáticos y por otro habían pasado todas las calamidades del mundo a la banda, incluyendo su separación, uno de los conciertos más lacrimógenos imaginables y la lamentablemente muerte de Hide, llevando al quiebre emocional de todos. Había todo pasado hace muy poco, por lo que el descubrimiento de X Japan en ese instante era más bien de carácter agridulce, lo que generaba más emociones.

X Japan fue un momento vital para entrar al J-Rock y todo lo que conforma la música japonesa popular, fuera ya del anison que me encantaba pero esto era otra cosa. Si a eso le sumamos que estaba embobado con el Power Metal en ese entonces ya todo estaba dicho, mi locura por X Japan en ese entonces brillaba por todos lados.

Estamos claros que X, Kurenai y Forever Love se roban el show, pero tengo mucho cariño a temas que no fueron single, especialmente Orgasm que tiene un video directo de los mejores años de la banda y que vi en VHS en su época. Joya.

Mención honrosa:

Minibosses – Minibosses (2000)

Llama la atención que justo el cambio de siglo haya sido uno de los momentos esenciales para la proliferación de las bandas de covers de videojuegos. En ese punto de mi vida estaba completando gracias a los MP3s ya de mejor manera todos los soundtracks de mis juegos favoritos y además de estar ayudados por los formatos de música de emulación, como .NES o .SPC… recuerdo que a mediados de ese año un cuarto de mi disco duro (en ese entonces de solo 2 Gigabytes, créanlo) consistía en archivos .SPC que bajaba en Zophar Domain. De verdad no saben allá el infinito agradecimiento que les tengo. Justo ese mismo año conocí a Minibosses, que ante los oídos actuales sería una banda de covers más pero en ese entonces no había nada parecido en occidente. Recuerdo que lo primero que escuché fue el tema de Contra el que estaba para descargar en ese entonces este video en vivo que me emocionó con locura debido a la exaltación del público presente (y que, de hecho, está incompleto en YouTube y nunca más he podido pillar el video original que es inolvidable… ¿lost media?). Si bien Minibosses sacó un disco de estudio donde volvieron a grabar las canciones, la versión original del 2000 de Metroid es sin lugar a dudas mi canción favorita de la banda, en un tono lo-fi y de rock de garage en una velocidad menor llegando casi a las profundidas del Stoner Metal que humildemente pienso la banda nunca volvió a repetir.


Se viene la segunda parte de 2001-2010 mañana… lo juro (no, en serio, LO JURO)

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *